Fin.

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Estoy a punto de ahogarme, y no me importa.
No me importa porque ya no tengo miedo, ni rabia, todo dentro de mi está vacío.
Hago hueco entre mi corazón y la caja torácica y me acaricio las costillas.
Derramó lágrimas a horas impares, de manera inesperada, sorprendida por la tristeza tocando un bals como si fuese una enferma enamorada de mi soledad, de mis demonios, de todas las trampas que me autoimpongo.
Duele el aire de levante en mi piel. El salitre de mi mar me oxida las articulaciones, de un a coraza preciosa y peligrosa que se posa sobre mi aplastando mis alas.
Duele ser la caricia desperdiciada a los pies de una cama. Duele el vértigo de no volver a verme desnuda, de alma.
Me estoy despidiendo de las hadas, de los cuentos para no dormir, de mis rimas y leyendas, de todo el arte que a veces se me ha escapado por el coño.
La risa de mis mariposas atisban mis tímpanos como las campanas que anuncian la muerte.
Me despido de mis musas, que hace tiempo dejaron de follarme y seducirme. De mis damas cuando me comes todas las putas. De todo lo que era vuelo, caída libre, refugio, salida.
Y acariciando a una de mis musas desnuda, observando su silueta entre las sombras de mis tonos más grises, me arrodillo ante su belleza para robarle el beso de la muerte, pues los finales felices en este cuento solo los revive quien tiene los ojos suficientes para ver el significado encriptado que esconde una poesía cada vez más decadente.

Rebeka V.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2021 ⏰

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La octava luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora