2. La Excusa de las Musas

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No hay escritos que alcancen a la más íntima y desnutrida parábola de una mente que respira ácido con olor a algodón de azúcar.

Ni frases hechas de poesía capaz de hacer suspirar al mismísimo Zeus, en su olimpo divino.

Cuando la caída va en picado las alas parecen hacerse chicle, si el aire te mastica las palabras y hace pompas de sueños intentando sujetar el cielo.

Le debo un respiro al pulmón derecho, y un reto a mano armada a cada una de mis musas.

Me debo resetearme el pecho en un cambio de década que me ha pillado medio en cueros.

Sentimientos que hacen cola en el inem frustrado del poeta inquieto. Con la camisa de fuerza ya desatada por tanto poema muerto.

Desde las alturas los monstruos parecen pequeños, cuando son los ojos en los que te miras ventanas en donde los pájaros escapan volando hacia su divina comedia.

Y morimos en el intento de vernos por dentro. Como quien explora un planeta ya conquistado pero abandonado en su desierto.


Rebeka V.

La octava luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora