—¡Deja de decir eso! Podemos buscar una solución juntos.

—No la hay, créeme—resopla—Una relación a distancia no es la solución porque no funcionaría, no podría soportar estar a miles de kilómetros lejos de ti, Jessica.

—¡Eres un egoísta!

—Si ser egoísta es terminar con esto lo antes posible, pues sí, soy egoísta.

—¿Tan desesperado estas de acabar conmigo? Dime Thomas—digo su nombre con rabia—¿Quieres terminar con lo nuestro? ¿Por qué te cierras tan rápido? ¿Por qué te muestras tan tranquilo? ¿Esto... no significa nada para ti?

Parpadea, resoplando fuerte.

—No.—dice sin más.

Sus palabras me están haciendo daño y no creo soportar otra mentira de su parte, porque eso son, mentiras disfrazadas de engaños. Dudo mucho que lo nuestro fuera algo pasajero para él, y menos para mi.

—¿No?—repito— Esto, lo nuestro, ¿no es nada para ti?

Se lo piensa un momento y cada ves mi pecho siente una punzada de dolor inexplicable.

—Nada.

Sus palabras salen con tanta facilidad que me hacen dudar por primera vez de lo que una vez sintió él por mi.

—Thomas, tú... ¿De verdad me quisiste?

—Alguna vez te quise, sí. Pero a veces ocurre que con quererse no es suficiente.

—¿Alguna vez? ¡Dios mío! ¡yo me enamore de ti desde el primer «guapa» que salió de tu boca!

Decir esto es como abrir una herida recién hecha. Las dudas viene a mi y me gustaría saber si yo en algún momento lo hice feliz, si fui lo suficientemente buena para él.

—¿De verdad lo intentaste o solo fui un experimento para ti?—quise saber—Fui la chica inexperta y rarita que encontraste en la biblioteca y que llamó tú atención ¿es eso?

—¿Por qué te quieres torturar a ti misma con esas preguntas?—evade mis intentos de sacarle la verdad.

—Responde—exijo con los ojos lagrimosos.

—Sí, fuiste eso. La chica rarita que me dio lástima por lo ingenua que era.—dice enfadado.

Sin poder evitarlo me siento usada, dañada, y sobre todo, herida. No dejo salir las lágrimas que amenazan por derramarse porque no se las merece.

—¿Sabes? —tomó una actitud seria—Tenía miedo de decirte: Te amo, Thomas Wilson. Y ya veo porque, en el fondo sabía que tu promesa del siempre estar para mi se rompería—me levanto de mi silla—¿Quieres un consejo? No prometas cosas que no puedes cumplir. Es algo básico—me encojo de hombros.

Lo único que recibo de su parte es un gran silencio.

—Y quien lo diría—digo con burla antes de irme—Nuestro «juntos para siempre» quedo enterrado en el camino que nos llevó al día de hoy—suspiro—corazones separados por el egoísmo de las simples criaturas que somos, simples humanos, con defectos y errores.

ÉL Y YO Where stories live. Discover now