Capítulo XVII

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Me despierto desorientada, veo las ventanas y es de noche, me levanto de la cama, la pierna me duele, tengo vendas de nuevo y cojeo. Me fijo en el espejo de la esquina y miro mi cuerpo.

Con la pierna inflamada, uno que otro moretón hinchado y feo. Quiero llorar.

Salgo con la intención de encontrar a Inferno, como esta es una nueva casa no sé a dónde ir, busco en varias habitaciones, subo las escaleras, escucho voces y las sigo.

Encuentro en una especie de despacho pero no creo que lo sea, están los cuatro hablando, Casear al lado de Inferno, Adal y Cordan sentados en sillón.

Por un rato los observo, sin entender su conversación ya que la tienen en griego, todos con los cuerpos tensos.

Decido entrar y todos se giran a mí, Inferno les hace una seña, salen sin decir nada y cierran la puerta.

Para no verlo, observo la habitación, todo lo que tiene dentro. Finalmente me rendido y lo veo.

Tiene puesto un traje verde muy oscuro, casi negro, no tiene puesta la chaqueta, una camisa de botones negra y la corbata también negra, su pelo peinado pero se nota que ha pasado su mano por este varias veces, sus ojos de colores llaman mucho la atención y me concentro en ellos.

Me le acerco un poco con autoridad y lo miro.

- Me quiero ir de aquí.

- No - Camina hacía la mesa y lee unos papeles.

-¿No? ¿Cómo qué no? - Me acerco nuevamente a donde esta - No me puedes tener retenida, no quiero estar más aquí.

Hace lo mismo que la otra vez, me ignora.

-¡Estoy hablando contigo, Inferno! - Me estresa cuando hace eso.

- Ya dije que no.

Y yo exploto.

- ¡Y yo te dije que me quiero ir! - Le pego el dedo en el pecho y él lo mira -¡Todo esto es tu culpa!

-¿Mi culpa? - Habla tan calmado que frustra más.

- ¡Si! ¡Si tu no hubieras aparecido en mi vida, no estaría en esta horrible situación!, ¡Si me hubieras dado mi celular, no estuviera así de golpeada! ¡Si yo estuviera con mis amigas, que es donde tengo que estar, nada de esto me hubiera pasado! - Le grito y el solo me escucha - ¡Así que si, esto es tu culpa! - Trato de agarrar aire - ¡De paso, crees que porque eres el rey de no sé qué, eres mafioso y guapo, eres dueño de todo y todo el mundo te tiene que hacer caso! ¡No!.

Me da una media sonrisa torcida, que me parece de lo más sexy, da un paso hacia mí.

- Así que piensas que soy guapo.

Yo suelto un gruñido.

-¿De todo lo que dije, solo escuchaste eso? - El asiente y yo me frustró más.

Me sigue sonriendo y yo quiero abofetearlo.

- Inferno, es en serio, no quiero estar aquí y pertenecer... - No me deja terminar de hablar.

Me agarra de la cintura y me pega a su cuerpo, provocando que me calle.

- Cállate un rato, niña - Su voz es baja y más ronca de lo que ya es.

Me besa.

Al inicio del beso quedo en shock y sin saber qué hacer, se con mucha certeza que no debo meterme con este hombre, que no debo enrollarme con él, ni mucho menos sentir lo que siento cuando lo tengo cerca.

Salgo de mi ensueño y le sigo el beso, qué más da probar un poco más de este diablo.

El beso es feroz y rápido, violento, como si fuera la última vez que lo haremos, nos devoramos como animales, no paramos. El me atrae más hacía el, aunque ya no hay espacio alguno, yo le paso mis manos por sus brazos, pasando por los hombros, llegando a su pelo, enterrando mis dedos en la melena suave y negra.

𝕻𝖊𝖈𝖆𝖉𝖔𝖘 𝖈𝖔𝖒𝖊𝖙𝖎𝖉𝖔𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora