- Vale... - dijo, apretando los labios y mirándola con las lágrimas saltadas, emocionada, ¡por fin! pero resuelta a no dar su brazo a torcer, Natalia tenía que reaccionar del todo y eso no era suficiente – y... yo... quisiera que fuera cierto.

- ¡Lo es! – exclamó con desesperación, ¿por qué no la creía! ¡le había prometido que lo haría! – ¡lo es! - repitió.

- Buenas noches, Nat – le dijo con tristeza, se dio la vuelta y abandonó la cabaña.

Sabía que Natalia había sido sincera, que había hecho un esfuerzo por confesar sus sentimientos, pero ella esperaba algo más. Esperaba un "no amo a mi mujer", un "te amo a ti", un "te amo", rotundo, sin fisuras, sin dudas, sin miedos y hasta que Natalia no estuviese segura de ello, hasta que Natalia no la mirase a los ojos y la viese solo a ella, no volvería a hablarle del tema.

Natalia, permaneció unos minutos con la vista clavada en la puerta, pensativa. Estaba hecho, la había vuelto a alejar de ella. Era como debía ser. Se acercó a la cama y se subió con dificultad, se sentía agotada, mareada, sin fuerzas. Se agarró a la almohada y, durante unos minutos, lloró amargamente. Pero luego se rehizo, ya estaba bien de llantos. Ella nunca había sido así. Tenía que afrontar las consecuencias de sus decisiones.

Alba salió de la cabaña con paso titubeante. No estaba segura de lo que había ocurrido allí dentro. Ni si debía de alegrarse o darlo todo por perdido. Necesitaba hablar con alguien, pensó en Sara pero cuando llegó al campamento la vio agotada y le había dicho que se iba directa a la cama, sin cenar, que llevaba todo el día con mal cuerpo. Pensó en Germán, pero creía recordar que estaría en el hospital hasta tarde y ya lo había molestado bastante con sus problemas, quizás lo mejor era hacerlo con alguien que viese todo con más lejanía, con más frialdad, ¡Laura! sí, iría a la radio e intentaría contactar con ella, aunque ya sabía que había habido problemas de comunicación durante todo el día, tenía que intentarlo.

Decidida cambió de rumbo y se encaminó a la habitación de la radio. Francesco no estaba allí y ella no se atrevía a usarla por su cuenta porque sabía por experiencia como se ponía el italiano con todos, con todos excepto con Natalia. Permaneció en la puerta, indecisa, sin saber si esperar a que apareciese o marcharse, estaba aturdida y no podía dejar de darle vueltas a algunas de las confesiones de la pediatra. Estaba segura de que no se lo había dicho pero que si había algo que la frenaba era la falta de confianza que tenía en ella. Germán salió en ese mismo momento del hospital y se sorprendió al verla allí parada, apoyada con la espalda en la pared y la barbilla clavada en el pecho.

- ¡Niña! – exclamó abrazándola contento de tenerla allí - ¿estás bien?

- Sí – respondió levantando la vista hacia él con aire ausente.

- ¡Ay! ¡qué mal me lo has hecho pasar! – le dijo por enésima vez desde que llegara esa noche al campamento, abrazándola de nuevo y arrancando una sonrisa de la enfermera - ¿a dónde vas? – le preguntó al verla con la ropa y las toallas en la mano dispuesta a entrar en la radio.

- Eh... - dudó sin tener muy claro lo que deseaba hacer.

- ¿Seguro que no te pasa nada?

- Sí – sonrió comprendiendo lo que pensaba – no me mires así, iba a ducharme y me he acordado de que debía hacer una llamada... pero... Grecco no está y... yo....

- ¿Debías?

- Sí, ya sabes que quedé con Cruz en decirle a diario cómo está Nat y... además... quiero hablar con Laura.

- Ya... - torció la boca en una mueca de incredulidad – déjate de llamadas – le ordenó viendo el aspecto que tenía – vete a la ducha y, mientras, yo te preparo algo de cena – le acarició la mejilla – ya llamarás mañana.

La ClínicaWhere stories live. Discover now