Capitulo X: El costo del amor (Final)

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—¿Recuerdas cuando estábamos en el palacio del Amanecer? ¿Lo feliz que fuimos a pesar de que teníamos que vernos a escondidas y ocultarles a todos lo que sentíamos?

Yo parpadeé. Lo recordaba. En aquella época, no tan lejana, creí que la diosa Lys me había perdonado por hacer magia oscura, que Surt se apiadaba de mí y tejía un nuevo destino donde yo, tal vez, pudiera encontrar la paz. En el palacio del Amanecer me llegué a sentir segura, pude darle una vida digna a Keysa y, ¿por qué no decirlo? Pensé que había encontrado el amor. Ni siquiera me importó que tuviera que mantenerlo a escondidas. Gerald sabía quién era yo, conocía todos mis demonios y aun a sabiendas me aceptó. ¿Dónde más encontraría alguien así? Una persona que, a pesar de saber toda la mierda que pesaba sobre mí, no le disgustaba el olor.

En el palacio del Amanecer hacía conmigo lo que quería y yo lo dejaba. Gerald era parte de mi pasado, uno al que finalmente no le importaban mis errores. Como si por fin pudiera reconciliarme con todos ellos.

—Te amaba, Soriana. Aún lo hago, siempre lo he hecho. Te amo a pesar de saber que realmente no vales una mierda, de saber que mataste a tu propia madre y abriste la barrera de Augsvert. Qué, por tu incompetencia, miles murieron ese día. Dejaste el reino sumido en la tragedia, la desgracia todavía lo persigue gracias a ti.

Al escuchar de sus labios mis crímenes empecé a temblar. El estómago se me apretó, las náuseas me asaltaron.

—Soy un dreki, Soriana, estoy en la línea de sucesión al trono de Doromir, aun así, no me importó rebajarme contigo que eres una proscrita para tu reino. Disfruté besar tus labios y tu piel a pesar de quién sabe cuántos borrachos y campesinos malolientes te poseyeron antes que yo. Te rehabilité de tu mal hábito de bebida, casi lo dejaste mientras estabas en el Amanecer, conmigo.

Gerald gateó desde su posición a mi lado hasta colocarse frente a mí. Sus manos de dedos suaves tomaron con brusquedad mi mentón y me obligó a mirarlo. Rizos rojizos caían en su frente, sus ojos azules eran feroces y al mismo tiempo expresaban dolor.

—¿Acaso no merecía tu amor, Soriana? ¿Y qué hiciste? ¡Me traicionaste!

Él soltó mi barbilla y me empujó hacia atrás, mi cabeza chocó levemente contra la pared de piedra.

—Querías matar al príncipe —dije en un susurro. A esas alturas me costaba de nuevo respirar, me asfixiaba y no sabía si era por el lazo del cautivo o por lo que él me decía—. Era solo un niño, Gerald.

Él dejó escapar esa risa que cuando éramos amantes me parecía brillante y contagiosa y ahora me sonaba a locura.

—¡Niños mueren a diario! Incluso príncipes y niños reyes pueden morir. Nosotros habríamos reinado mejor de lo que él lo hace. Porque tú habrías sido mi reina. Lo que no pudiste ser en Augsvert lo habrías sido junto a mí.

Entonces yo lo vi de nuevo a los ojos y me reí con algo de sorna. ¡De verdad él lo pensaba!

—No estabas cerca en la línea sucesorial, Gerald. ¿A cuántos íbamos a matar para que eso fuese realidad?

Él se inclinó de nuevo sobre mí, tanto que podía respirar su aliento. Volvió acariciar mi rostro y me besó en la frente.

—¡Pero, si los mataste en la masacre del día de todos los héroes, mi amada Alteza! Aunque sé que esa no era tu intención, allanaste mi camino al trono. Con tu poder y mis contactos nada nos habría detenido. Primero sería Doromir y luego el resto de los reinos.

Era cierto. Sin querer ayudé a Gerald en su ambición, lo convertí en el siguiente en la línea de sucesión. Y ahora sería "El resto de los reinos". ¿Desde cuándo era él tan ambicioso?

Augsvert I: El retorno de la hechicera (COMPLETA)Where stories live. Discover now