Capítulo 3.

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2 de julio de 2018
Málaga.

RAQUEL

Me levanto a las 9 de la mañana para recoger la casa que después de la fiesta de ayer está hecha un asco. Aunque claro, un hijo no cumple quince años todos los días.

Mario, mi hijo, dijo que no quería una fiesta muy grande, que solo un par de amigos. Pero Andrés y yo queríamos que nuestro pequeño tuviera una buena fiesta y un buen regalo. Y qué mejor regalo que un crucerito de quince días por las islas de Grecia.

El día que le comenté a Andrés que quería regalarle eso a nuestro hijito, me dijo que no le parecía que fuera una buena idea. Pero es que a mi querido marido no le gusta gastar dinero. Es un maldito agarrado.

Además, ver las islas griegas siempre ha sido mi sueño por cumplir y no se me ocurre mejor manera que cumplirlo junto a mi familia. Aunque al tacaño de mi marido no le parecía bien, en cuanto le conté que iríamos con todo incluido y que los bares del barco abrían las veinticuatro horas del día, la cosa cambió. Ahora está ilusionadísimo por ir en barco. Hombres.

He tardado media hora en recoger la cocina. Al final ayer nos juntamos unas veinte personas entre familia y amigos, y claro, eso son muchos platos y vasos que limpiar. Me paso al salón y cuando quiero mirar el reloj son las diez menos cuarto y lo tengo todo niquelado.

Subo a la habitación de Mario y le despierto con cuidado.

Buenos días mi amor.- Abro las cortinas con delicadeza y le doy unos golpecitos en el brazo.- Despierta o llegaremos tarde al barco.

La idea del crucero no fue solo para cumplir mi deseo. Yo me considero una buenísima madre y no creo que nadie que vea la relación que tengo con mi Mario lo pueda poner en duda. Mario es un apasionado de los barcos desde pequeño, cuando vimos Titanic por primera vez en la tele de plasma de casa. Desde entonces ha ido aprendiendo cosas a la velocidad de la luz sobre el funcionamiento de esos trastos. Y encima quiere estudiar ingeniería naval. Qué mejor que poder ver un barco en marcha desde dentro.

He contratado una excursión por el interior del barco, donde nos enseñarán los entresijos y cómo funcionan las cosas. Andrés no lo sabe aún.

Mi marido y yo tenemos una relación difícil.

Cuando nos conocimos, hace ya diecisiete años, no era tan tacaño. Es más, siempre era él el que invitaba cuando salíamos a cenar. Y tampoco es que nos falte el dinero. Vivimos más que holgadamente gracias a su trabajo. Andrés es informático en una de las empresas más famosas del país. Y además es encargado de su propia sección dentro de la empresa.

Yo sin embargo me dedico a las labores del hogar. Empecé la carrera de medicina, pero a los pocos años conocí a Andrés y me casé con él. Eran otros tiempos. Tenías que casarte joven o te quedabas para vestir santos. Aunque no me arrepiento de haberme casado con mi marido. Ni de haber dejado la carrera. No es que no me gustara, al revés, sentía total vocación por la medicina. Pero cuando conocí a Andrés supe que mi verdadera vocación era tener un hijo suyo y cuidarlo.

Y soy muy feliz haciéndolo.

Entro en mi dormitorio y despierto a mi marido, que gruñe cuando le abro las cortinas.

Despierta o llegaremos tarde al embarque.- Abro el armario y me pongo lo que seleccioné ayer: un vestido veraniego blanco y unas sandalias con algo de tacón.

– ¿Qué hora es?

– La hora de que muevas el culo de la cama y te espabiles o te quedas aquí.- Sentencio de camino al baño. Me arreglo el pelo en una coleta alta y me maquillo un poco. Quiero que la gente nos miren por ser una familia tan bien avenida. Que se nos vea sanos y guapos. Quiero ser la envidia del barco.

Muerte en el mar [Pausada temporalmente ]Where stories live. Discover now