CAPÍTULO III

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Dash.

La puerta se cerró, dejándome otra vez en silencio, soledad y oscuridad.

Me quedé observando a la nada mientras mi cerebro recordaba lo poco que había memorizado del rostro de la chica fisgona. Mentiría si dijera que no me causaba curiosidad verla con más iluminación, pero eso no era posible si quería mantenerme a salvo de ser descubierto, y por supuesto tampoco quería meter a inocentes en toda esta mierda, por lo tanto me conformaba con su blanca piel.

Me adentré a mi lugar al que mi amigo Luke le dio por nombre "la guarida secreta". Al principio me parecía tonto, pero con el tiempo me acostumbré y terminé por tenerle aprecio.

Como siempre todo estaba desaseado que hasta a mí mismo me producía repulsión ver la porquería que era mi "habitación" así que tomé una bocanada de aire y con un poco de disposición y energía empecé a recoger todo los envoltorios de comida y las botellas de energizante y botarlos en la cesta de basura aprovechando que hoy en la noche tendría que salir por alimento y también para respirar aire fresco. Estar tanto tiempo acá encerrado empezaba asfixiarme y hacer que los recuerdos volvieran a mi mente atormentándome cada vez que quería dormir, o la soledad empezaba a calar mis huesos por miedo a que podría estar por suceder a mí alrededor.

Aunque intentara engañarme, no iba aguantar mucho más tiempo viendo lo que supuestamente tengo el descaro de llamar "vida".

Sacudí las sabanas y las acomodé en la cama de la mejor manera que mi torpeza me lo permitía, así al menos ya no era un desastre y me trasmitía un poco de tranquilidad verla más organizada.

Miré el reloj que descansaba en la pared y marcaba las 6:00 PM, no faltaba nada para el encuentro que había acordado con Luke, así que me apuré a darme una ducha y cambiarme de ropa.

***

Recosté mi espalda en el gran árbol que quedaba al frente del trabajo de Luke, esperándolo y que el cigarrillo se terminara de consumir. Entonces lo vi cruzando la calle en mi dirección.

―Justo a tiempo― le dije y apagué el cigarro.

― ¿Otra vez fumando?­ ¿Los recuerdos están volviendo, verdad?­― Preguntó preocupado y decidí pasar por alto su pregunta.

― ¿Trajiste lo que te pedí?

El asintió y de su mochila sacó una bolsa con lo que le había encargado. Le pasé el dinero y empecé a caminar de regreso a la biblioteca, pero me interrumpió la caminata.

― Dash, no puedes seguir así. Yo sé que te jode que te diga la verdad, pero es que mírate; tienes unas ojeras que cubren la mitad de tu rostro, es que ¡mierda!, Si has vuelto a fumar es porque las cosas andan mal.

Suspiré y me senté en el banco más cercano para buscar entre la bolsa algo de tomar que calmara la resequedad que estaba sintiendo mi garganta.

― No la voy a llamar― aseguré, cerrando los ojos para que no me doliera tanto recordarla a ella y todo mi pasado, para que entones mi presente no me hiciera tanto daño.

― ¿Por qué? ―cuestionó el para sentarse en el banco y hacerme compañía.

― No soy capaz, además está mejor así. Corre peligro si me acerco a ella y la quiero mantener a salvo ― le di un gran trago a la coca cola y le ofrecí un poco. Iba a prender otro cigarro pero él me arrebató la cajetilla de las manos y la arrojó lejos de mi alcance.

Me enojaría en otro momento, pero le agradecía que se preocupara por mí, algo que ni yo mismo podía hacer.

―En algún momento vas a tener que enfrentar a esa gente, no puedes vivir toda tu vida de esta forma; escondiéndote, no poder estar a su lado ¡no tener una vida normal!

Él tenía razón, no podía continuar de esta forma, pero tampoco quería que me arrebataran a lo último que me quedaba.

―Si tengo que seguir así para que a ella no le toquen un pelo lo voy hacer― hablé decidido, entonces el entendió que era el fin del tema.

Los dos nos quedamos en silencio hasta que me acordé de aquella chica curiosa que se metía en donde no la habían llamado.

―Hace una semana conocí una chica― solté de repente a lo cual él se sorprendió.

― ¿Cómo si no sales?

Reí y me di el último trago de coca cola que quedaba.

­― Entró en la biblioteca un día entonces le hice prometer que nunca volvería, pero la muy terca se apareció hoy en la tarde. Le ofrecí un libro, pensé que era lo que quería pero muy indignada me dijo que volvería todas las veces que quisiera― miré a Luke que me miraba con atención y proseguí―: hace bastante tiempo no tenía contacto con una mujer, pero la curiosidad de esa chiquilla y su insistencia en querer meterse donde no le conviene, hace que la quiera volver a ver.

― Sabes que eso es muy peligroso― me aseguró Luke preocupado.

Asentí siendo muy consciente del peligro que corría si se seguía acercándose a mí.

― Lo sé, pero esa chica despertó algo que no creía que todavía existía en mí.

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