Cap 4.

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Media hora más tarde el timbre sonó acabando con la espera del pequeño niño.

Corrió a sus brazos y este lo abrazó, pronto le contó que se había caído y que quería un dulce.

Yo solo lo saludé con un ligero movimiento de mano y me escabullí en la cocina.

No tenía nada de comer porque se suponía que pasaríamos la tarde en casa de mis padres, abrí la nevera y saqué verduras para picarlas y hacer una sopa.

Escuchaba los murmullos y las risas, luego escuché que arrastraban algo y el sonido de un carro de control remoto moviéndose por la sala.

Lavé las verduras con esmero, limpiándolas una a una, asegurándome de que quedaran perfectamente desinfectadas. Después, con cuidado, quité las cáscaras y piqué en pequeños trozos.

Las puse a coser revisando que la lumbre no fuese demasiado alta.

Lavé los trastes que había ocupado y esperé a que las verduras hirvieran. Un par de veces mi teléfono sonó, pero no contesté.

No tenía como justificar el que no estuviera en la fiesta de mi padre y que en mi casa estuviera el hombre al cuál yo debería odiar.

Cuando la comida estuvo hecha, serví en un cuenco un poco para que se enfriara y esperé mirando el humo que salía de este, mientras que en la sala se seguían escuchando pláticas con un alto grado de complicidad.

No había manera en que yo me fuese a mi habitación sin ser visto. De repente, las manos me comenzaron a sudar y me dio un calor terrible.

Me acerqué al lavabo y eché agua en mi rostro.

Quedarme allí era la única opción.

—¿Papá? — la voz de Hyden me hizo saltar —Agua.

—Oh. Sí, sí. —me acerqué y llené su vaso con agua y él la tomó.

Luego llené un vaso de vidrio para Jungkook, pues noté que en todo el rato que había estado allí no le había ofrecido nada.

Con ese pretexto me acerqué a él dándole el vaso y el cuenco para que Hyden comiera.

—Muchas gracias. — dijo tomando la mitad del agua — Es hora de comer hijo, ven.

Su mirada no estuvo en mí, así que fui a mi habitación.

¿Por qué demonios sentía que debía de huir de su presencia? ¿Acaso no era lo suficientemente fuerte para estar frente a él?

La respuesta se hallaba en mis lágrimas.

—Lamento la intromisión. —Jungkook había bañado a Hyden y ahora lo había dormido fácilmente y apenas eran las nueve.

Ahora juntos levantábamos los juguetes del suelo de la sala.

—No pasa nada.

—Vendré el domingo como siempre. Pero si me vuelven a hablar y pedir que venga, lo haré. No me importa lo que un papel diga.

Yo ni siquiera podía decir nada de los términos de nuestro divorcio sin al menos lagrimear.

Pero no era su culpa que yo fuese de ese tipo de personas que se enamoran de forma intensa.

Lo nuestro se había terminado. ¿Por qué no solo lo aceptaba?

Terminamos de limpiar y él tomó su chaqueta.

—Gracias por tomarte el tiempo y venir.

Abrí la puerta para él.

— Es mi hijo, siempre tendré tiempo para él.

Dejé que él pasara y sin querer, al menos eso me dije, me llené de su fragancia.

A ese punto de la noche mi espalda dolía por la tensión en la que había estado toda la tarde.

—Hasta mañana, Jimin.

Una vez más sin mirarme él se alejó de mí.

—¿Jungkook?

Él se detuvo con su chaqueta en el hombro, giró un poco y me miró.

Sabía que mi estado no era el mejor, aún luchaba con un par de kilos que tenía de más y que mi cabello ahora era de un color más oscuro, pues había dejado de tintarlo de rubio, tal vez mis ojos estuvieran rojos por las lágrimas contenidas.

Me arrepentí de hablarle justo cuando su mirada escaneó todos mis defectos.

— Dime.

—¡Oh! Solo quería darte de nuevo las gracias.

¿Por qué no podía odiarlo? Seguro así todo aquello sería más fácil.

Recompuse mi expresión de idiota a una con más fuerza.

Él se empezó a reír y regresó.

—Por eso es que siempre que me voy no regreso a verte.

Torcí mis dedos bajando la mirada.

Me sentía tan patético.

—No merezco nada, tú lo sabes y yo lo sé.

Él regresó un par de pasos.

—Tengo pareja.

Subí la mirada poco a poco, centrándome en sus ojos oscuros.

Aquello me había caído como un balde de agua fría.

—Tal vez tú también deberías buscar a alguien más, eso te vendría bien.

—No creo que esté listo aún. —le dije sin pensarlo mucho.

Él volteó hacia el lado contrario.

—Regresaré el domingo.

Con esto dio la vuelta y desapareció de mi vista.

Esta vez me quedé allí un rato, sintiéndome totalmente roto. Era un tonto, lo sabía, porque aun sabiendo que él tenía pareja no lo pude odiar.

Una vez más.Where stories live. Discover now