Lily suspiró y volvió a su habitación, cerrando de un portazo.




















Euphemia Potter se encontraba haciendo café y había visitado el mercado muggle para comprar galletas oreo, danzaba con torpeza por la cocina bajó la voz de Celestina Warbeck.

Cuando tocaron la puerta dos veces algo fuerte para lo que estaba acostumbrada a escuchar, enseguida supo quien era. Corrió a abrir la puerta para encontrarse con una pequeña pelirroja que le ofrecía una sonrisa tímida.

—¡Ay, Rosie! ¡Te estaba esperando!

La mujer la abrazó con euforia, estaba realmente contenta de tenerla en su casa, como lo había estado las últimas semanas. Cerró la puerta luego de que la joven pelirroja entrara y la condujo hacia la cocina rápidamente.

—¿Cómo estuviste ayer?—Preguntó la mujer regordeta.

—Um, bien, creo. Mamá volvió a preguntar sobre usted, y parece que está celosa.

Euphemia se sonrojó y le negó avergonzada.—¡Oh, no! No querría que tuviera una mala impresión mía, ¡Merlin!

Rosalind se rió levemente, tomando entre sus manos una de las de Euphemia Potter.—Tranquila Euphemia, apenas la conozca estoy segura de que la amará.

La mujer le sonrió y le ofreció una taza de café que Rosalind enseguida tomó entre sus manos.

Unos pasos apresurados resonaron en toda la casa y dos segundos después el cabello revuelto, y ahora largo, de James Potter apareció en la cocina.

El chico la tomó entre sus brazos rápidamente y la hizo girar en el aire en un gesto amoroso, Euphemia los veía sonriente, disfrutando la escena que ambos jóvenes le brindaban cada vez que se veían.

—¿Cuando has llegado? ¡¿Porque no me despertaste?!

Rosalind no le contestó, en cambio, le regaló una sonrisa pequeña y se soltó de él para sorber nuevamente de su café.
James se quejó y aceptó la taza humeante que su madre le ofrecía.

Todo fueron sonrisas hasta que una nueva figura apareció en la cocina, con los pies descalzos y un pijama de Gryffindor.
Rosalind carraspeó y dejó su taza en la mesada con molestia, y Sirius Black sintió sus ojos humedecer.

Euphemia le sonrió dulce al primogénito de los Black, en cuanto notó el cambio en el comportamiento de Rosalind.—Sirius, ¿Quieres café?

—No, mamá Euphemia. Gracias.

James se rascó la nuca con incomodidad y tomó del brazo a Rosalind, atrayéndola a él y encaminandose a su cuarto.

Rosalina no pudo evitar escuchar los quejidos de Sirius, cuando sintió la mano de James entrelazándose con la suya. Volvió su vista a él y le devolvió la sonrisa cuando vió que él le regalaba una llena de culpa.
A Rosalind le dió una puntada en el corazón.

El cuarto del chico seguía igual que siempre, las paredes decoradas con banderines de Gryffindor y el suelo lleno de ropa en cada esquina. James la miró avergonzado y pateó la ropa hasta hacerla una pequeña montaña.

—¿Aun te avergüenzas por tu mugre?—Preguntó burlona.—James, he estado en tu cuarto demasiadas veces, ya he visto todo.

James le arrojó a la cara una bufanda de Gryffindor.—Cállate, Rosie.

La chica rió, y se recostó en la cama del chico con cansancio. James enseguida copió sus acciones y se recostó junto a ella, ambos viendo las estrellas dibujadas en el techo del joven Potter.

𝐋 𝐎 𝐕 𝐄 𝐑  « Remus Lupin »Where stories live. Discover now