Capítulo 25: "El olor del bosque"

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   —Literalmente, es un marrón —rio Rebecca—. Es lo que nos ha tocado por nacer con útero. Menos lloriqueo y pongámonos en marcha. Nos están esperando.

   —No estoy lloriqueando, pero si quisiera tendría todo el derecho. Me está matando este dolor de ovarios y el calor no ayuda precisamente.

   La palidez de su rostro y el brillo del sudor que recorrían su piel remarcaban la oscura sombra de unas profundas ojeras bajo los ojos. Dana se arregló la ropa como pudo, pues las manos le temblaban.

   —Parece que estas a punto de desmayarte —apuntó Rebecca dejando atrás su enfado y ocupándolo con una sentida preocupación.

   —La verdad es que creo que neces...

   Se derrumbó en el polvoriento suelo arcilloso antes de terminar la frase. Rebecca se arrodilló junto a la desfallecida chica y la comenzó a zarandear.

   —No me jodas Dana. Abre los putos ojos, reacciona.

   Los párpados de la joven temblaron en un rápido pestañeo e instintivamente le lanzó una bofetada a su compañera. El sonido de la palma contra la mejilla de la pelirroja se extendió a través del silencioso bosque. El golpe no había sido fuerte pues Dana se encontraba débil, pero si bastante certero. Rebecca se quedó paralizada aún sujetando a la pálida y sudorosa joven de los hombros, con la mirada perdida en el infinito.

   —¿Acabas de hacer lo que creo que has hecho? — las palabras salieron de entre sus labios cual silbido de un cuchillo volador.

   —No ha sido a propósito, pero lo cierto es que te debía una después de lo de la última vez—respondió Dana recordando la pelea que tuvieron tras la muerte de Sam.

   —Hagamos como que nada de esto ha sucedido. ¿Puedes andar? Porque no me veo capaz de cargar con tu gordo trasero de vuelta a la camioneta.

   Dana asintió mientras se incorporaba con cuidado apoyándose en el hombro de su amiga.

   —Llevo Naproxeno en la mochila. Cuando lleguemos te tomas uno y si te sigues encontrando mal para el anochecer te doy otra. Te ayudarán con la dismenorrea y si estas con diarrea tienes que mantenerte especialmente bien hidratada. Creo que en uno de los botiquines había Fortasec.

   —¿Con "disimisirrea" te refieres a regla y diarrea? —preguntó Dana entre doloridas carcajadas. —Suena hasta ha termino medico de una enfermedad chunga.

   —Es que es así como se le denomina medicamente a lo que tú llamas dolor de ovarios —le respondió Rebecca con un suspiro.

   —¡No jodas! ¿Es en serio? Pensaba que te lo acababas de inventar.

   —Pues no. Y si no es demasiado pedir acelera el paso, se me está empezando a entumecer el brazo sobre el que te estas apoyando.

   —Perdona.

   No tardaron demasiado en llegar. Al verlas asomar de entre la maleza los jóvenes de la camioneta se pusieron alerta hasta que se percataron de que eran ellas. Jon corrió a ayudarlas al ver los tambaleantes pasos de ambas y el pálido rostro de Dana.

   —¿Y este aroma que os persigue? Miraros bien las suelas que creo que habéis pisado sesos gran reserva. Que pestazo —bufó Jon mientras cargaba a Dana entre sus brazos.

   —Es el culo de Dana. Ahora mismo es un chipirón de mierda y sangre —explicó Rebecca.

   —Que te den Becca. No hacía falta que se enteraran todos—maldijo la referida.

   Un intenso dolor recorrió su abdomen y no pudo evitar abrazarse el estomago y gemir de dolor. Más sudor resbalaba de su sien y aunque parecía imposible, había palidecido más tras ese retortijón.

Títeres De Hilos Invisibles©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora