Capítulo 7: La lista

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Una vez se hubieron alejado del grupo de Nora, Ezequiel dejó de fingir la sonrisa que llevaba puesta para poner una mueca de desagrado mal disimulada.

―¿Habéis escuchado lo que yo antes? Oye, diría que aún estamos a tiempo para cambiar lo de la apuesta ―les dijo el joven.

―No le des importancia, es más, creo que incluso su reacción puede jugar a nuestro favor ―le comentó Melisa.

―¿A nuestro favor? Es mi compañera de clase desde primero de secundaria y se sorprende de que sepa su nombre. Melisa, que la conquiste Germán mejor. O probamos con Paloma, seguro que es más fácil. Aunque no imaginaba a Nora tan superficial...

―No prejuzgues. Oye, lo mismo la tienes loquita y no has hablado lo suficiente con ella y ha pensado que no sabías el nombre, todo puede ser.

―Todos los días, durante cinco años seguidos han pasado lista, lo raro es no sabernos ni si quiera el primer apellido de la clase. Si nos nombrasen con el D.N.I. nos lo sabríamos también.

―Oye, oye, a mí no me metáis, no voy a ligar con una chica que a estas alturas se da cuenta de que la gente sabe su nombre ―protestó Germán ante las palabras que había dicho su amigo.

―Germán, seguro que cambias de opinión si te dice algo tipo: oh, Germán, esa mota de polvo hace un segundo la tenías unos milímetros a la izquierda ―bromeó Melisa―. A ti todo lo que sea que se fijen en cada minúsculo detalle que tengas te encandila.

―Ahí llevas razón ―dijo Ezequiel―. Pues ale, que pruebe él.

―No, venga, no puedes echarte para atrás a la primera de cambio. Si llegas hasta el baile sin que ella se entere, el dinero de la apuesta nos lo llevamos, y eso puede significar que podemos los tres echarnos un viajecito cuando terminemos los exámenes de la PAU ―le recordó su amiga.

―Mel, eres una chantajista nata. Venga, ya está, decidido, seguiré. Pero si tiene muchas tonterías tiro la toalla, ¿eh? ―Le advirtió.

―¡Guay! Bueno no por lo de la toalla. Id pensando el viaje que vamos a hacer, ¿eh? ―Les dijo a sus amigos justo antes de irse a su clase, pues la chica pertenecía aquel curso al grupo B.

En el segundo recreo el trío había decidido quedarse en el césped aprovechando el buen tiempo. Mel había posado su cabeza en las piernas de Germán y Ezequiel en las de ella. Paulina se encontraba con sus amigas como bien habían acordado unas horas antes.

―Estoy deseando de que salgan las listas para lo del baile ―comentó Melisa acariciando el pelo de Germán, quien había cerrado los ojos disfrutando del cosquilleo que le proporcionaba su amiga.

―¿Pero no has hecho de las tuyas para entrar? ―Preguntó Ezequiel algo extrañado.

―¡Pues claro que sí! ¿Por quién me tomas? No puedo ayudarte si no formo parte de la organización del baile. Claro que ya he hecho mis triquiñuelas y voy a estar dentro. El caso es con quiénes podré estar ―dijo pensativa―. No quiero que ningún becado arruine nada y he visto que había quienes se apuntaban ―suspiró.

―¿Quieres que vayamos a ver quiénes se han apuntado de las clases? Antes al pasar me dio la impresión de que había mucho rellenado.

―Pues venga vamos, no perdamos tiempo entonces, que así puedo ir haciendo mis cábalas según con quienes me toque.

Los tres se levantaron, aunque Germán a regañadientes pues se había quedado sin sus cosquillas en el pelo.

A paso firme, Mel se acercó a la lista y posó su dedo índice, en el que se reflejaba sobre su uña el esmalte rosa chicle bien cuidado, bajándolo por toda la lista mientras comprobaba cada uno de los nombres allí presentes.

Un enredo de apuestasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora