XV

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Como era de esperar, la invitación se extendió también a Camila, quien ocupó un lugar en la mesa. Me senté al frente, justo en el sitio que solía ocupar mi padre, con cada comensal a un lado. Yo apenas había probado bocado, tan concentrada como estaba en observarla, como si no tuviera fuerza de voluntad suficiente como para obligarme a despegar la vista de ella.

Camila pareció ignorarlo hasta que se volvió hacia mí y me dedicó una de sus personales miradas fulminantes. Mirada que yo, por supuesto, pasé por alto. Regresó su atención a su plato, de vez en cuando levantando la vista hacia el tercer invitado. El mismo que para mí había quedado relegado a un segundo plano desde ese mismo instante en que la presencia de Camila había abandonado mis sueños y había aparecido empíricamente en el portal de mi casa.

Yo sabía que estaba comportándome de una forma absurda e infantil, pero no encontré ninguna razón de peso para obligarme a dejar de hacerlo. La certeza que tenía en aquellos momentos de cuánto había echado de menos a Camila me atravesó como el más afilado de los cuchillos. Ahora que la tenía delante, sólo podía mirarla, buscar en su alma las preguntas que con tanta codicia necesitaba que me respondiera.

Tragué con avidez el vino que por tercera vez había llenado mi copa y estiré el brazo buscando la botella para rellenarla una vez más, pero Camila fue más rápida y puso el envase fuera de mi alcance, todo sin mirarme una sola vez, dando por sentado que no habría más alcohol para mí esa noche. Tuve que rendirme, sin más, a sus calladas exigencias y me bebí de dos tragos la copa de agua, ahora el único líquido que se me permitía tener en cuantas cantidades deseara.

Dave, por su parte, observaba con detenimiento, aunque disimuladamente, el intercambio de miradas entre nosotras sin atreverse a decir una palabra. Aquel silencio para él tenía que ser del todo insoportable.

- Está realmente delicioso... –soltó de súbito Dave, abandonando cuidadosamente sus cubiertos sobre el plato.– Pero si tomo un bocado más, acabaré por reventar...

- Gracias. –agradecí yo.

- No puedo hacer otra cosa que coincidir contigo, este pollo es sublime. - Camila dio por terminada su cena también, dando un largo suspiro.

- Espero que hayáis dejado sitio para el postre... –dije, anhelando que mi voz no pareciera a sus oídos tan forzada como sonaba en los míos.

- Para eso siempre hay un lugar. –repuso Camila a media sonrisa.

Me levanté sin más dilación y recogí los platos, con el mío casi intacto.

- Espera, te ayudaré. –se ofreció Camila.– Discúlpanos un instante, Dave.

- Por supuesto.

Me siguió rumbo a la cocina, a donde nada más llegar me abordó en voz baja, aunque por la expresión de su cara supe que deseaba gritarme.

- ¿A qué demonios venía todo eso?

- ¿El qué? –dije indiferente, colocando la vajilla sobre la encimera.

- Como si no lo supieras...

- Si no te conociera mejor diría que te encanta atormentarme, Camila. Una de las razones por las que vine aquí fue para alejarme de ti. ¿Cuáles son las tuyas?

- No creo que sea el mejor momento para hablar de eso. –gruñó casi sin despegar los labios.

- Muy bien. –me dirigí hacia el refrigerador para sacar la tarta de manzana que había comprado esa misma tarde en el supermercado.

- Tienes un invitado al que atender. Y espero que lo hagas mejor de lo que lo has hecho hasta ahora.

Saqué los platos de postre con gran parsimonia, como ignorándola por completo. Yo conocía todos sus tonos de voz y aquel que estaba usando ahora era uno que demandaba confrontación.

Mi bella Camila; camren.Where stories live. Discover now