- Era broma – sonrió - ¿en serio no quieres tomar un poco el aire? – se ofreció de nuevo.

- No, pero deja el temita – le pidió enfadada, reconociendo que en esas situaciones no tenía nada que hacer frente a la enfermera.

Un par de chiquillos asomaron la nariz por el pasillo que se perdía hacia el interior, Alba los llamó y los niños huyeron. Al cabo de un par de minutos la mujer regresó.

- Ya estoy aquí – asomó la mujer por la puerta con los cubos vacíos, pero con el mismo olor que antes – suelto esto y preparo un café.

- No, no – se apresuró a decir Natalia, temerosa. La sola idea de tener que tomar algo de aquella mujer le revolvía aún más el estómago – muchas gracias Mirti, pero tenemos mucha prisa... y...

- Si – intervino Alba para echarle un cable admirada de cómo Natalia conocía el nombre de casi todos los habitantes del poblado – tenemos que terminar esta tarde toda la calle.

- Pero... si preparé un bizcocho – dijo quejosa, sabía que la tarde de antes habían estado con la vecina mucho tiempo y que les había obsequiado con un café, ella no quería ser menos, nunca se sabía lo que podían llegar a necesitar de aquella lisiada que todos empezaban a reconocer como una benefactora a pesar de los recelos iniciales - me dio la receta la "Josepine" ¿Sabe quién es? – le preguntó a Natalia.

- Sí, se quién es – dijo – la chica que vive justo en la calle de atrás, ¿no?

- La misma, "la camesa" – indicó – voy a por los críos y ahora le doy el bizcocho – se marchó hacia el interior y Natalia miró a Alba con desesperación.

- ¿Qué es camesa? – le preguntó la enfermera ignorando aquella mirada.

- Camerunesa, la chica es de Camerún – le explicó – Alba...

- Ya están aquí – regresó la mujer con tres niños que parecían de la misma edad – aquí quietos que sos pinche la doctora.

Los niños contrariados obedecieron. Alba que llevaba unos caramelos se los repartió consiguiendo que se distrajeran. Natalia comenzó su trabajo, mucho más decidida que el día anterior. Puso las vacunas con presteza y examinó a los niños. Al terminar un gesto de preocupación se reflejaba en su rostro. Alba la miró interrogadora, pero la pediatra le negó con la cabeza indicando que no pasaba nada.

- Bueno Mirti, hemos terminado – le dijo – los niños están bien, pero debería llevar al menor al campamento. Sería bueno que...

- ¿A mi niño! ¿al Joselín! no, no, mi niño no va a ningún sitio.

- No se preocupe, es solo para hacerle una revisión más completa.

- Que no, que mi niño no va allí sin estar malo – se negó en redondo – tome – le tendió a Natalia un trozo de bizcocho con las manos completamente negras. Alba al ver el tipo de bizcocho recordó uno muy parecido que se hacía en Jinja y no pudo evitar preguntar.

- Mirti, este bizcocho ¿se amasa con los pies? – la mujer la miró sonriente y la cara de Natalia palideció aún más solo de pensarlo.

- Eso me dijo la camesa, pero donde se pongan unas buenas manos – dijo despectiva por la costumbre africana, mostrando sus manos, completamente negras, lo que no contribuyó a que Natalia se sintiese aliviada - Tenga – le tendió de nuevo el trozo a Natalia, que aún no lo había cogido.

- La doctora no puede tomar azúcar – saltó Alba con prontitud – por su enfermedad – dijo colocando su mano sobre el hombro de Natalia en ademán protector - porqué lleva azúcar ¿verdad?

La ClínicaWhere stories live. Discover now