- ¿Habéis visto esto! ¡qué pedazo de ático! – exclamó Laura – no quiero ni pensar lo que costará el alquiler.

- Por lo visto se lo ha buscado Nat – comentó Teresa en tono confidencial – venid, venid a la terraza. Quiero ver las vistas, ¡dicen que son impresionantes!

Una hora y media después todos los asistentes charlaban animadamente, Claudia se había acercado a Alba en un intento de saber qué tal le había ido a Natalia en el día, los demás, se habían distribuido en pequeños grupos, algunos en pie y, otros, acomodados en los sofás y sillas desperdigados por el amplio salón. Un par de camareros se preocupaban de que no faltase bebida, ni aperitivos, que iban colocando encima de la mesa corrida. Habían dispuesto una torre de platos y cada cual se servía en el suyo lo que le apetecía. Era cierto que resultaba una fiesta informal, en la que todos aparentaban estar divirtiéndose. La suave música de fondo no entorpecía la charla. Adela miró el reloj en un par de ocasiones, mientras cambiaba impresiones con Cruz y Jimeno, que no se le despegaba ni un instante, sobre las mejoras en uno de los respiradores que habían llegado esa misma mañana. Llamó a uno de los camareros y en un susurro le indicó que comenzase a preparar los platos calientes, ya eran las diez y, aunque había estado esperando por Natalia, finalmente, optó por no demorar más la decisión. Ya se las vería con ella ¡cómo había sido capaz de hacerle esto!

- Se puede saber por qué tienes esa cara de funeral – le preguntó Laura a Alba, en cuanto vio que Claudia la dejaba sola.

- ¿Yo! por nada.

- ¿Qué te ha dicho que te ha molestado?

- Nada, si Claudia siempre es muy agradable conmigo. Solo hemos hablado del trabajo.

- Y de Nat.

- Bueno, sí, también de Nat, pero solo del trabajo.

- Entonces, ¿qué te pasa?

- Nada. Estoy cansada. ¿No te aburre todo esto?

- No, la verdad es que me estoy divirtiendo. Y tú también te lo pasarías bien si dejases de mirar para la puerta cada diez segundos.

- Es que no entiendo por qué no ha venido Nat. Me dijo que iba a venir. Y me preguntaba si...

- Si qué.

- Pues que quizás se hizo más daño del que parecía en la caída.

- Mujer, no creo que sea eso. Nos habríamos enterado.

- Tienes razón – suspiró – vámonos con Teresa que la has dejado sola.

- No te preocupes por Teresa que se las apaña muy bien – dijo riendo – si es ella la que me ha echado a mí.

- ¿Y eso? – preguntó sorprendida.

- Dice que una buena anfitriona nunca deja a un invitado solo y que, Adela, en cuanto la vea sola, se le acercará y ¡zas! – bromeó – mañana sabremos hasta la talla de sus bragas.

- No hables así de Teresa – le dijo entre molesta y divertida.

- Alba, que Teresa es un encanto, pero cotilla no me negarás que es.

- Bueno, los demás tampoco es que nos quedemos atrás – sonrió.

- Tú ves, ahí tienes razón, ¿quieres otra cerveza?

- No. Me voy a pasar al vino, ¿has visto? debe costar un pastón.

- Me ha dicho Teresa que es el favorito de Nat, bueno era, porque por lo visto ya no lo prueba.

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