- No – respondió tranquilamente recordando la petición de Isabel intentando descubrir qué estaba pasando por la cabeza de la pediatra, que estaba rarísima – si quieres ir por allí, iremos por allí. Somos un equipo ¿no? – le sonrió. Natalia no se esperaba aquella respuesta y se sorprendió tanto que de nuevo se le saltaron las lágrimas, Alba se percató de ello, cada vez estaba más segura de que le ocurría algo. Había estado bien toda la tarde y ahora... ¿qué era lo que había cambiado?

- Gracias – murmuró continuando la marcha sin mirarla.

Cruzaron la calle principal y Natalia tomó una de las calles perpendiculares, Alba la seguía en silencio. Tras unos minutos lo rompió.

- ¿Quieres? – le ofreció un cigarro acercándole el paquete, pensando en distender aquella tensión que notaba entre ellas, además tenía la impresión de que necesitaba uno.

- No, gracias – respondió clavando sus ojos con deseo en el paquete. ¡Claro que le encantaría fumárselo! pero era consciente de que no debía hacerlo, de hecho, nunca llevaba encima tabaco para no caer en la tentación y solo lo cogía esporádicamente. Además, estaba segura de que esa noche, en la fiesta, no podría evitar fumarse alguno. Esa idea le hizo recordar la conversación con su amiga – me ha llamado Adela, la fiesta sigue en pie – le comentó – y... estás invitada.

- A mí no me ha dicho nada.

- No tiene tu número – la justificó avanzando por una de las calles comprobando que el suelo era mucho más irregular que en las otras. Estaba llena de chiquillos correteando y tirados por el suelo, la basura se acumulaba en algunas zonas, y los surcos de motos y coches horadaban todo el piso.

- Nat, ¿no sería mejor que diésemos la vuelta? – propuso al ver las dificultades que tenía para manejarse en aquel terreno.

- No – la cortó tajante.

- ¿Te ayudo? – se ofreció al ver que se paraba a cada instante debido a las hondonadas y obstáculos que encontraba.

- No, puedo sola – respondió con seriedad, dándole a Alba la sensación de que estaba molesta – lo que te decía, que Adela no tiene tu número, me lo ha pedido, pero...

- No me gusta que le des mi número a nadie – saltó con rapidez denotando su enfado

- Déjame... terminar – pidió, entrecortadamente, mostrando en su voz el esfuerzo que estaba haciendo – tranquila que no le puedo dar tu número porque yo no lo tengo – dijo con retintín, recalcando el "no lo tengo", parándose un momento para tomar aire. Alba hizo lo propio y cruzaron sus miradas, Natalia la observó con tal intensidad que Alba se puso nerviosa, interpretó que la pediatra le estaba reprochando que no le hubiese dado su número particular y sintió cierta inquietud ante la idea de que lo tuviese, pero se vio obligada a justificarse.

- Eh... claro, yo no... no te lo he dado... es que... - balbuceó sin saber qué le ocurría, ni porqué aquello la alteraba tanto - ¿lo quieres?

- Solo si tú quieres que lo tenga – le dijo tranquila y con una mueca burlona al ver su nerviosismo. No quería obligarla a nada y tenía la sensación de que no le había hecho ninguna gracia la insinuación que le había hecho.

- Claro, ¿por qué no iba a querer? – mintió sacando su cuaderno y apuntándoselo en una de las hojas se lo tendió – toma.

- Gracias – dijo escuetamente metiéndolo en el bolsillo - Alba ... - comenzó pensando en preguntarle lo que había hablado con María José, estaba segura que ese nerviosismo de la enfermera podía deberse a esa conversación y no a la absurda idea que se le había pasado por la mente, no tenía sentido que se debiese a un simple intercambio de teléfonos. Le preocupaba lo que hubiera podido decirle.

La ClínicaWhere stories live. Discover now