El primer día que llegué aquí, el comisario me llevó a su despacho para hablar en privado. Cuando lo vi con su cabello cargado de canas impecablemente blancas, su bigote bien recortado y esa mirada marrón, calculadora y fría, pensé que me había equivocado al elegir destino. En realidad, lo hice pensando en estar cerca de casa, pero había oído hablar de la gran reputación de la comisaría, por lo que me pareció el lugar ideal para trabajar. Pero John Hewitt me dio miedo. Ahora, después de tres meses, me siento un poco más cómoda ante él, aunque me sigue imponiendo respeto. Es un hombre serio, que busca siempre los mejores resultados y en el tiempo más breve posible. 

-Esa fue la primera residencia de Thomas Jefferson, ¿no? -pregunto, sorprendida por sus palabas, incluso a riesgo de que me reprenda por mi interrupción-. Creía que ahora era una universidad.

-También tiene una parte de museo -añade West, mucho más tranquilo que yo. Supongo que llevar años a sus órdenes es una ventaja-. Tal vez el robo haya sido ahí.

-En realidad -el comisario es quien toma la palabra ahora y veo su cara de enfado. Debí guardar silencio-, el piso superior permanece cerrado al público y es ahí donde han entrado. Se precisa de la máxima discreción, así que espero que sepáis comportaros.

-Sí, señor -respondo en automático. Incluso me siento más recta en la silla, como si así le demostrase que puedo ser todo lo profesional que espera de mí. Me sorprendió tanto que hablase de un lugar tan emblemático en Virginia, que no supe reaccionar correctamente.

-Está bastante lejos de nuestra jurisdicción -señala West. Yo también lo pensé, pero no quise decir nada, por si el comisario me reprendía de nuevo.

-Quieren discreción, por eso han pedido ayuda fuera del distrito. No quieren que se filtre la información -busca algo en su mesa y se lo entrega a West-. Aquí tenéis la poca información que han querido pasarnos por escrito. Lleváosla y echadle un vistazo por el camino. 

-Perfecto -mi compañero me entrega los papeles a mí.

-West quédate un momento, quiero hablar contigo en privado.

Esa es la señal para que me vaya y eso hago, con el informe en las manos. Mientras hablan, podría mirar por encima los datos, solo por tener una idea sobre lo que nos encontraremos. No puedo decir que no me haga ilusión ver qué esconden en la zona no apta para el público en Monticello. La casa es un diseño del propio Jefferson, y está situada en la cima de una colina de aproximadamente 300 metros de altura, de ahí que la llamase Monticello, que en italiano significa pequeña montaña. Eso me lo enseñó Anton, en el tiempo que estuvimos saliendo juntos. Aunque nunca me dio su nombre real porque no le estaba permitido, me dijo que nació y vivió en Italia hasta que lo metieron en el Programa de Protección de Testigos, después de que testificase en contra del socio de su padre y este lo amenazase de muerte. Nunca me quiso explicar por qué esa amenaza era tan peligrosa, que hubo que llegar al punto de tener que hacerlo desaparecer, pero creo que fue ese misterio que rodeaba su pasado, lo que me mantuvo a su lado. Creí que podría desentrañarlo y descubrir algún día la verdad. Y probablemente Anton me lo hubiese acabado contando, pero con el paso del tiempo, sentía que lo nuestro era una farsa y me fui desencantando con la relación. Una farsa, no por su parte, porque él era sincero en cuanto a sus sentimientos, sino por la mía porque en el fondo yo seguía pensando en Fisher. 

La primera vez que nos acostamos, me sentí decepcionada. Fue una experiencia increíble, no le quitaré el mérito de darme una primera vez genial, pero cuando terminamos me embargó tal tristeza, que huí al baño para llorar sin que Anton me viese. No quería tener que explicarle que me dolía que mi primera vez no hubiese sido con Fisher; sin embargo, desde ahí, todo fue a peor para nosotros. Seguimos acostándonos, saliendo juntos, haciendo planes de futuro... pero nada de eso me llenaba como debería hacerlo, ni sentía que fuésemos a cumplir nunca nada de lo planeado, así que al final le conté la verdad y rompí con él. Creo que también le rompí el corazón, pero fui una cobarde y no me quedé para comprobarlo. Regresé a Estados Unidos e hice las pruebas para la policía. No había vuelto a pensar en él, hasta que salió a colación el nombre de Monticello, y eso no dice nada bueno de mí. 

Joy (Saga SEAL 8)Where stories live. Discover now