Capítulo 12: Encuentro fallido

Start from the beginning
                                    

—¡Cállate! ¡Cierra la boca!— con gran fuerza, Mamoru me tomó de las muñecas, las elevó a la altura de mi cabeza, y con dos enormes pasos me dirigió hacia una pared acorralándome contra ella con bastante presión —¡Vuelve a hablarme de ese modo y lo pagarás caro! ¿Quién crees que eres para dirigirte hacia mí con tanta familiaridad? ¡No eres más que una mocosa malcriada con aires de grandeza! Pero aquí aprenderás a comportarte, te guste o no— este nuevo encontronazo me había hecho temblar de miedo. Esa sensación, y la fuerza desmedida con la que Mamoru sujetaba mis manos estaban creando en mí un mareo que poco a poco aumentaba más y un ataque de pánico que me impedía respirar.

—¡A...yú...den...me...! ¡Suél...ta...me...!— comencé a expresar con la voz cada vez más débil.

—¿Ahora sí necesitas ayuda? Pues tengo una noticia, nadie te la dará. Si quieres que te libere pídeme perdón— supongo que era producto de mi casi nula respiración que el mareo en mi cabeza aumentó considerablemente y comencé a ver algunos destellos de luces incandescentes a mi alrededor. Estaba a punto de quedar a merced del príncipe de medio oriente, pero por fortuna, ese destino se vió truncado por la aparición de mi ángel de la guarda.

—¡Señor Mamoru! ¿Qué está haciendo? ¡Suéltela!— Lita había hecho su aparición en el lugar con un pequeño carrito de servicio en el que traía algunos alimentos para un almuerzo que ya no pudo concretarse.

—¡Aléjate de aquí mucama entrometida!— Lita rompió todas las reglas que le fueron impuestas desde pequeña con respecto a acercarse a Mamoru y el respeto y la obediencia que le debía tener, pero eso no le importó con tal de salvarme. Ella había comenzado a forcejear con él cuerpo a cuerpo intentando auxiliarme, pero lo único que logró fue recibir un fuerte empujón que la llevó directo al suelo.

Tan pronto como Lita impactó contra el césped del jardín, esta salió corriendo en busca de la única persona en la que confiaba para  poder controlar la furia de su amo
—¡Kunzite! ¡Kunzite! ¡Ayúdame por favor! ¡Va a matarla!— fue lo que pude escuchar a lo lejos mientras yo seguía intentando que el aire circulara por mi cuerpo.

—¡Te he dicho que te disculpes por tu atrevimiento!— una vez más Mamoru me ordenó, pero yo no había hecho nada malo como para llegar a ese extremo, y aunque hubiera querido hacerlo, la falta de oxígeno me impedía hablar, lo único que pude hacer, fue girar mi rostro y abrir mis ojos cristalinos para verlo, pero sin saber por qué, ese acto tuvo un efecto un tanto extraño en él.

—¿Luna? ¿Eres tú? ¿Que broma pesada es esta?— Mamoru había dejado de aplicar fuerza sobre mi, pero ese alivio solo duró unos instantes, pues de nueva cuenta, su irá apareció y la dirigió hacia la única persona que tenía cerca, yo. —¡Tú no puedes ser Luna! ¡Ella está muerta! ¿Me escuchas? ¡Tú no eres Luna! ¡Deja de mirarme así!— no tenía idea de lo que ocurría ni de quién era esa persona que él mencionaba pero lo que sí sabía era que todos mis intentos por inhalar un poco de aire eran inútiles, mi pecho solo silbaba por el esfuerzo que estaba haciendo. De un momento a otro, las luces que veía fueron desapareciendo hasta apagarse por completo. Fue ahí cuando supe que estaba perdida y en manos de un ser sin alma. Al menos ese fue el pensamiento que tuve, hasta que apareció Kunzite en compañía de Lita para detener a Mamoru.

—¡Suéltela señor! ¡Va a matarla! ¿Eso quiere?— el soldado se colocó detrás de Mamoru y pasó sus brazos por debajo de los de él para sujetarlo con fuerza, atraerlo hacia él y liberarme de su agarre. Cuando logré hacerlo, caí de rodillas contra el suelo verde y Lita vino en mi ayuda.

—¡Suéltame Kunzite! Necesito saber por qué se parece tanto a Luna ¡Déjame!— Mamoru trataba por todos los medios de liberarse de Kunzite quien ante las declaraciones del Emir solo me observaba fijamente con una gesto de sorpresa.

—¡Es cierto! ¿Será posible que...? No... Eso no puede ser... Ella está muy lejos, con su familia... ella no...— Kunzite lanzaba algunas frases sin sentido para mí, cosa que lo distrajo y por poco Mamoru escapaba de su agarre.

—¿La has visto Kunzite? ¡Es idéntica! ¡Déjame!— al notar que no podía controlarlo, Kunzite comenzó una fuerte pero cariñosa reprimenda hacia su señor.

—¿Cree que se parece a Luna? ¡Mírela bien! Si es así ¿Entonces por qué le hace daño?— Kunzite logró que Mamoru me analizara visualmente.

—¿Por qué? ¿Por qué son iguales?— después de esas palabras, Mamoru se llevó ambas manos a la cabeza y comenzó a presionarla con fuerza como si con ello intentara mitigar algún tipo de dolor.

—¿Usted cree que a ella le gustaría verlo así, en ese estado y con esa actitud? ¡Piénselo! A ninguna madre le gustaría observar a su hijo en un estado mental como el suyo— ¿Había dicho madre? ¿Acaso esa tal Luna era la madre de este hombre tan cruel? Yo no comprendía nada, solo seguía sobre el césped intentando recuperar la respiración mientras Kunzite continuaba su hablar —Mi señor, es hora de que acepte que su pasado lo atormenta. Necesita ayuda. Ya ha lastimado a mucha gente. Es hora de detenerse. Ya no más crueldad por favor. Déjese ayudar.

—Tienes toda la razón amigo, necesito ayuda, los recuerdos y el rencor están consumiéndome. ¡Estoy a punto de volverme loco!— finalmente Mamoru se tranquilizó y respondió a Kunzite con lágrimas en los ojos. En ese momento me di cuenta de que quizá la actitud del Emir se debía a un pasado tormentoso y difícil. Pero... ¿Que sería eso que lo agobiaba tanto?

—Lita, acompaña a la señorita Serenity a su habitación, ordena al médico que la revise y luego, encuéntrate conmigo, hay un asunto que debemos discutir. Has cometido una gran falta de respeto.

Al finalizar las órdenes de Kunzite, Lita asintió y con la cabeza con un semblante un poco triste y temeroso, aunque yo desconocía el motivo; en cuanto a mí, intenté levantarme, pero el evento traumático que había vivido hace unos minutos terminó por hacer mellas en mí. Mi vista, que ya se había recuperado un poco, se oscureció de nueva cuenta y ya no supe más de mí.

—¡Oh por Dios! ¿Que he hecho?— fue lo último que pude escuchar salir de la boca de Mamoru antes de perder el conocimiento y ser sujetada por sus cálidos brazos.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEWhere stories live. Discover now