47

351 37 1
                                    

Contrarreloj


«Nada es veneno, todo es veneno:
la diferencia está en la dosis».
PARACELSO
⠀⠀⠀
⠀⠀
⠀⠀⠀
⠀⠀⠀

⠀⠀⠀

5 de abril de 2013

La cabellera dorada de Gabriel rozó sus rodillas abiertas cuando sacudió la cabeza con desesperación. Llevaban toda la mañana en un patético ensayo que resultaba demasiado evidente. Una capa de nieve fina se amontonaba en el marco de la ventana, sin embargo, Camille estaba sudando.

―No lo entiendo, ¿cómo es que para él es tan fácil y yo me muero de los nervios?

―Me preocuparía si no estuvieras nerviosa. Sebastian es un asesino, tú no.

Era un buen punto, pero no una excusa para tirar todo su esfuerzo por la borda.

―Una vez más, Camille. Esta sí que será la última. Anda.

La detective resopló y el aire hizo revolotear sus mechones cobrizos, acentuando su aspecto desenfadado que a Gabriel le recordaba a veces al de una colegiala rebelde, insoportable y a la vez tierna. Nunca nadie lo había hecho sentir más vulnerable que Camille, sentía que su vida antes de ella era un recuerdo lejano... y después, era algo en lo que simplemente no podía pensar, porque no lograba distinguir nada que fuera más allá de su presencia.

―El lenguaje corporal es muy importante. Si estás así de rígida lo notará enseguida ―dijo, mientras le sacudía los hombros.

Los cortos vellos rubios en el cuello de Camille reaccionaron al toque tibio y firme. Era tan diferente a lo que estaba acostumbrada. Las manos de Sebastian eran ágiles, escurridizas, controladoras; capaces de abarcarla y volverla pequeña. Las de Gabriel, sin embargo, eran tersas, fuertes, seguras y amables en su tacto. Resaltaban la grandeza de la que estaban hechas.

Él no era ningún tonto ni un santo, tenía suficiente experiencia con las mujeres para darse cuenta cuando provocaba una reacción en alguien. Miró a Camille de reojo y retiró sus manos con disimulo, no era su intención avergonzarla.

―¿Sabes qué? Que estas cosas es mejor improvisarlas. Por mucho que practiquemos lo que vas a decirle y cómo te vas a comportar, cuando estén juntos las cosas van a tomar un rumbo inesperado y te tocará arreglártelas. Siempre recuerda lo que está a tu favor. Mientras él piense que no sabes nada, las riendas las llevas tú.

Camille asintió, tenía una cita con Sebastian a la salida del trabajo, le había pedido que la acompañara a comprar semillas de prímula y lirio para avivar su departamento , aunque esa no era más que una excusa para darle tiempo a Gabriel de entrar al departamento y tomar alguna prenda personal de la que pudieran extraer una muestra de ADN.

―Podríamos haber escogido otra cosa ―fanfarroneó ella antes de encender el motor del auto―. Ni siquiera me gustan las flores. .

―Ya lo sé. Pero todo en Canterbury queda cerca de casa. ¿Qué tal que a Sebastian le entre un dolor de estómago y diga que no le gustan los baños públicos?

Camille rio a pesar de los nervios.

—Ese invernadero está a la salida, para llegar a casa necesitarán al menos media hora, me sobra el tiempo.

―De todas maneras, no te confíes.

―¿Te preocupas por mí?

Gabriel estaba adaptado a las respuestas hostiles y cortantes. Por eso, la sinceridad y ligereza con que Camille le respondió provocó que el corazón le diera un brinco, como pocas veces en su vida.

La línea del placer [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora