Capítulo 10

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Se había cumplido un año desde que Tzuyu había llegado a la vida de la acomplejada pareja, de la llegada de Mina, de la visible mejoría en Sana.

Del cada vez más decaido rostro de Dahyun.

Pero nadie quería verlo, su esposa simplemente la ignoraba, Mina sonreía en grande justo frente de su cara y Tzuyu es muy pequeña para entender que cada vez que responde "Todo está bien", en realidad, no lo está. Pero no hay problema, Dahyun ya no pierde tiempo enfadandose.

Ella sólo está triste.

Salir de noche se volvió una rutina, pero nadie se queja, asume que a nadie le importa, de todos modos Tzuyu volvió a la escuela y no necesita de su ayuda. Deja a la luz las marcas que recibe cada vez, esperando algún arranque posesivo de Sana, un reclamo, pero absolutamente nada llega. Es patético, lo tiene claro, rogar cariño en manos ajenas que la olvidarán al día siguiente, y no es como que Dahyun les extrañe, ella sólo quiere llamar la atención de su esposa. No, ya no le enoja, está triste.

Está cansada.

Porque todo esfuerzo parece no tener sentido, porque cada vez siente que su vida tiene menos significado, porque analizar todo de forma periférica y llega siempre a las mismas conclusiones la agota. Que esa ya no es su esposa, que ese ya no es su espacio, que esa no es su familia, que no le corresponde el lugar que ocupa. Está cansada, porque lo intentó todo, y no funcionó.

Quizás estaba siendo demasiado egoista, quizás siempre lo fue, utilizando a Sana como el escape de su anterior precaria vida y arrastrarla a lo que fue una convivencia en pareja insufrible, donde ninguna de las dos supo terminar, ninguna supo poner fin a lo que tenían. Ellas simplemente se quedaron allí, aguantando el dolor de sus cuerpos y corazones, porque nunca conocieron nada más, porque no tenían a nadie más, porque ya se sentían condenadas.

Ver que Sana ya no sufre, ya no se acongoja, le da felicidad; pero saber que ella no forma parte del nuevo contentamiento de su esposa, sólo clava una espina más en un corazón ya acabado. Sana ya no duele con ella, no sufren juntas, qué sentido tenía quedarse.

Pero dónde podría irse.

Volvió apenas entrada la madrugada, sus pensamientos no la dejaron disfrutar de algo más que la distrajera, simplemente volvió a la cuna de su dolor esperando dormir junto a su esposa, porque mientras Sana duerme, Dahyun puede refugiarse por cortos momentos en sus brazos.

Se sorprendió de escuchar el ruido de la televisión al llegar, su corazón saltó feliz pensando que quizás su esposa la esperaba, lista para regañarla por estar volviendo a esa hora, para reclamarle las marcas ajenas, para mostrar interés, aunque sea a través de sus duras palabras y... ocacionales empujones y manos fuertes alrededor de sus hombros y muñecas.

Aunque Dahyun siempre los negaría.

Se culparía.

Mentiría.

Se le da bien mentir.

Toda su ilusión se fue al suelo luego de percatarse de la dulce y tierna imagen que tenía en frente, sí, ahí estaba Sana, pero estaba dormida y con la televisión encendida. No era el noticiero, era un canal infantil, porque Tzuyu reposaba igualmente dormida en sus piernas, ambas bien abrigadas bajo una manta. Y Dahyun no se hubiera sentido tan quebrantada si sólo hubieran sido ellas dos, pero ver que Mina afirmaba su cabeza en el hombro de su esposa, mientras esta la rodeaba con un brazo, las tres protegidas del mundo bajo la calientita manta, la hizo entender que allí no había espacio para ella.

Estaba sobrando.

Estaba estorbando.

Estaba triste.

Estaba cansada.

Y no tenía dónde ir.

Pero debía irse.

Caminó hasta su habitación, buscó un papel junto a un lápiz y escribió una pequeña carta que dejó reposando sobre la mesa, su anillo también, en compensación de estar tomando el auto de Sana para llevárselo consigo.

El viaje era largo, pero le era imposible olvidar aquella carretera, sus pensamientos la engañaban y le recordaban a la joven Sana que conducía mientras ella la admiraba desde el asiento de copiloto. Sus ojos llenos de lágrimas que no tardaron en caer, le nublaban la carretera y agradecía que fuera tarde por la noche, sin transeuntes cerca, pues sus sollozos y las manos pasando por sus ojos, intentando despejar su vista, pudieron haber provocado un grave accidente.

Pero eso no ocurrió, para suerte de Dahyun, que ya no quería retrasarse.

Como tenía planeado, cuando estuvo cerca bajó a la carretera y con un bate, que Sana siempre guarda en los asientos de atrás, golpeó la placa del vehículo hasta desprenderla y tirarla a algún lado. Avanzó más metros en el auto y luego lo abandonó, no era su intención relacionar a Sana. Aunque tomó algo más del vehículo, que había tomado con anterioridad.

Caminó bajo la estrellada noche, casi le recuerda al día de su graduación, siente la misma presión en su pecho, el lugar tiene ese aire misterioso e impregnado en peligro, o quizás es simplemente ese pueblo que nunca dejó de atemorizarla.

Sentía gente viendola, le daba igual a esas alturas ser atacada, ser descubierta; si Chaeyoung le pegaba un tiro, de corazón se lo agradecería.

Pero eso no ocurrió, y luego de seguir en linea recta por el camino junto al bosque, llegó a ese conocido lugar de su infancia donde atesoró los recuerdos más bellos de su vida, junto a su madre, junto a su padre, junto a su hermana, junto a su mejor amiga y, años más tarde, junto a Sana compartiendo un ridículo juego de niñas pequeñas.

Su fuerte.

Su fuerte ya no estaba.

En su lugar, habían trozos destrozados de madera húmeda y podrida en el suelo, clavos con tonalidades naranjas debido a la oxidación, colillas de cigarrillos al rededor y el olor que desprendía era simplemente horrible.

Su fuerte había caído.

¿Por qué seguía ella de pie?

Ella no podía quedarse, debía irse.

Era su momento de caer.

Hurts: It still hurts! - Saida/2naWhere stories live. Discover now