Malas compañías

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Yelaím forcejeaba, la risa de los tipos resonaba en la húmeda cabaña que por lo que había escuchado había pertenecido al padre de César quien había fallecido desde hacía cinco años. Yelaím también observó que César en realidad era un tipo muy diferente al que quería aparentar ser, pero no entendía el motivo por el que el tipo decidía estar rodeado de seres como Vicente y compañía, que eran los matones oficiales del grupo.

—Debes tener hambre, dijo César quien le acerco un sándwich, aprovechando que los demás estaban ocupados hablando fuera de la cabaña.

—¿Por qué me tienes aquí?, mi madre no es rica y no tenemos más familia, Yelaím tomó el insípido alimento.

César lo miró por unos minutos, su mano revolvió su oscuro cabello, mientras esos ojos anormalmente azules miraban a Yelaím con cierta tristeza, como quien sabe que ya no hay vuelta atrás, —Yo solo quiero que Brandon me vea como te miraba a ti.

—Pero así no se logra ese tipo de admiración, y sobre todo no es la forma de parecer atractivo para nadie, este tipo de acciones ni en las novelas funciona.

César miro al techo mientras se cruzaba de brazos, Yelaím vio solo a un tipo derrotado y confundido, —lo sé, solamente es algo que ya no puedo detener, ya estoy hasta las rodillas metido en esta mierda.

—Si puedes, deja de permitir que tus amigos te presionen para ser alguien que no eres, deja de ser el títere de otros como si tu no fueras lo suficientemente listo para pensar.

César apretó la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas, —sabes, mi padre era un abusivo, no lloré cuando murió, el alfa lo iba a detener y a expulsar de la manada, ese día mi padre estaba muy bebido y lo último que le grite era que lo odiaba y que deseaba que estuviera muerto. La risa amarga del lobo hizo suspirar a Yelaím, — mi madrastra no puede tener hijos pero esa mujer me ha amado como una mamá, y la he decepcionado, porque no tengo a quién acudir cuando me siento amenazado.

—Puedes ir con el alfa, por favor César, no eres como Vicente, solo tu mismo lo dijiste, perdiste el rumbo, pero es algo que puedes recuperar.

César miró hacía la puerta, sus "amigos" estaban tardando demasiado, entonces sacó unas llaves y se acercó hasta la puerta trasera de la cabaña.

—Vete, yo me entregaré con el alfa, una vez que salgas, corre, guíate por el sonido del riachuelo, de esa manera no te perderás.

Yelaím se ponía de pie agradecido y cauteloso justo cuando ya se acercaba a la salida uno de los amigos de César entró.

—¿Pero qué coño estás haciendo, Brito?, César miro a su amigo desafiante.

—deja que se vaya Vicente, el tipo no tiene culpa de nada.

El enorme tipo que era un gorila joven bufó y arrinconó a César golpeándolo fuertemente contra la pared.

—¿Vas a permitir que un pendejo te quite lo que es tuyo?

Yelaím miraba temeroso la escena, sabía que las cosas se pondrían mal para César, sabía que él podría huir, total ese no era su problema, pero no podía dejar al lobo solo con esa furiosa manada que ahora los observaba.

—¡vete!, gritó César que para ese momento ya forcejeaba con Vicente y otros dos cambiaformas.

Yelaím vio cuando todos se trasformaron en medio de gruñidos, un toro de lidia, un gorila, un oso, una pantera estaban amenazantes en la puerta de la pequeña cocina. Yelaím suspiró y en ese momento se transformó.

Un imponente venado de astas puntiagudas se apareció en la puerta y con toda su fuerza y velocidad Yelaím corrió para ayudar a César que estaba siendo atacado con violencia por el enorme toro que lo pisaba y arrinconaba buscando la oportunidad para clavar los cuernos en los costados del lobo joven.

El impacto de la cornamenta de Yelaím golpeó con fuerza a Vicente quien bramó los demás tipos rodearon a Yelaím quien repartió coces para apartarlos de él y poder llegar a César que ya se levantaba bastante herido. Pronto los tenían rodeados en una clara desventaja.

Tanto César como Yelaím quedaron espalda con espalda dispuestos a protegerse.

César gruñía y en un momento aulló, haciendo el sonido de llamar a alguna manada. Yelaím supo que estaba pidiendo auxilio a Brandon que probablemente se encontraba en el bosque.

Los gruñidos amenazantes no cesaban, por el contrario cada vez los cercaban más y se mostraban más furiosos,

Vicente había tomado claramente la iniciativa de instigar al grupo, ahora sin alguien a quien manejar se veía expuesto a ser visto como el que lideraba todo, Vicente también había echado su suerte.

En las garras del amor, Libro 1 saga cambiaformas enamoradosWhere stories live. Discover now