Déjame tocarte

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Yelaím terminó la cena no muy feliz con su madre, teniendo una de las pláticas más incomodas en mucho tiempo.

—Ese oso no me gusta, Disha sonaba contundente con aquella afirmación, su ceño fruncido, y sus labios apretados en una fina línea daban fe de eso.

—Él no es malo mamá, hasta ahora hizo las reparaciones de forma eficiente y su costo no fue oneroso como pensamos, en el trabajo es callado y no se mete en problemas, y no me trató mal, al contrario, fue amable.

Disha miro a su hijo que sonaba desesperado como si quisiera convencer a su madre. —¿Tengo que recordarte Yelaím que uno los tipos que te llevaron a un borde emocional era precisamente un oso grizzli?

El joven venado se sintió muy molesto guardando sus manos que estaban hechas un puño, para sí. —No, no tienes que recordármelo mamá, pero tú y yo sabemos que no todos los cambiaformas depredadores son violentos, yo pensé que la persona comprensiva aquí serias tú.

Molesto Yelaím se levantó de la mesa y tomo su plato, se sentía frustrado y con muchas emociones que no podía describir. Entendía a su madre, pero no quería vivir siempre con miedo y prejuzgando a las personas sin antes comprender.

Disha sentada en el pequeño comedor estaba terminando de cenar mientras pensaba en lo que su hijo le había dicho, mientras veía a este tomar sus llaves del. —¿Saldrás?, preguntó Disha con recelo cuando vio a su hijo tomar el picaporte.

—Saldré a correr al bosque mamá, ya hace casi un año que no lo hago y el doctor Blanco sugirió que sería muy bueno. Si no lo hago en los próximos meses mi transformación será dolorosa y traumática.

—Bien, solo por favor no te alejes tanto, Disha se odiaba a si misma por ser tan aprensiva con su hijo, pero era todo lo que tenía y estuvo a punto de perderlo. Esa experiencia no solo lastimo la confianza de Yelaím, sino la de Disha.

Yelaím estuvo a punto de explotar, deseaba decirle a su madre que si quería se convertía en un venado de jardín, pero se contuvo al ver el miedo y el dolor en el rostro de su madre.

—Trataré de no llegar tan tarde, pero, Yelaím miró a su madre, —Ya no estamos en peligro mamá, aquí el alfa nos protege y la manada es muy pacífica.

Sin esperar respuesta Yelaím salió dejando atrás a su madre que estaba a un paso de una crisis de ansiedad. De inmediato el frescor exuberante del bosque le golpeo, la piel le cosquillaba y sus sentidos ardían por cambiar.

Su mente estaba en un inusual estado de paz, como en un modo de suspensión. Necesitaba pensar y había muchas cosas que requerían su atención. Tenía un trabajo, tenía amigos, tenía un lugar seguro y nadie lo había molestado, estaba avanzado y su salud mental y emocional estaba mejorando y fortaleciéndose. Había muchas cosas que celebrar en su vida y si su madre por sus miedos y rencores no podía verlo, el sí y no quería dejarlos pasar.

Eran sus victorias y no permanecería encerrado en su burbuja de autopreservación, antes de todo, celebraría sus cambios, por eso con paso firme se dirigió hasta internarse en el denso bosque.

La noche era fresca, silenciosa y con un cielo lleno de luces rutilantes, las hojas sonaban a su paso y dentro del bosque se sentía ese petricor característico del bosque. Una vez sintiéndose seguro en el interior del bosque, Yelaím encontró un lugar agradable para cambiar, pues era parte del instinto de supervivencia el poder sentirse seguro para estar vulnerable durante el segundo que durase la transformación.

Su cuerpo se contorsiono, y sus sentidos se desconectaron por un microsegundo mientras su cuerpo adquiría la sensibilidad de su animal. Transformado en un hermoso venado joven su nariz se movió de forma rápida, su animalito necesitaba conectarse con su nuevo entorno y se sentía feliz.

Sus finas pero fuertes patas se movieron gráciles como solo un venado puede hacerlo, Yelaím extrañaba tanto esa sensación de paz, esa sensación de ser solo él y el bosque. Así que abandonado por aquella sensación su animal corrió tan rápido mientras la noche era testigo de su solitaria carrera.

Como animal su sentido de orientación era excepcional. Deseaba encontrar el riachuelo que sonaba débilmente y beber de él, solo por el placer de hacerlo en su forma de venado, su cuerpo estaba agitado pero sus orejitas se movieron hasta escuchar ese sonido melódico y pacifico del agua cuando corre carrera abajo. Yelaím amó más que nunca ser un venado. Amó con todo su ser la naturaleza que tenía, pacifica, dulce, calmada.

Y se disculpó con su animal por haber sido tan tonto y no haberlo valorado y protegido.

Con una carrera ágil y veloz Yelaím esquivó ramas y rocas que estaban en el suelo, hasta que escucho el agua correr más cerca y su venado feliz se detuvo olfateando el aire y agudizando el oído. Sigiloso se acercó hasta el pequeño riachuelo, su experiencia le decía que otro animal más grande o pequeño podría estar ahí y sería prudente darle su espacio. Así que despacio camino abriéndose paso debajo de las hojas y ramitas que crujían imperceptibles para el oído humano, pero no para un animal.

Entre las ramas, escondido miro la orilla del rio, y lo que vio casi paraliza su veloz corazón de venadito, en la orilla del rio estaba un hermoso, no, un majestuoso oso grizzli que bebía despreocupado. Solo bastó ver un momento para saber de quien se trataba. Sus ojos no podían apartar la mirada de ese bello animal tan imponente, tan enorme y fuerte pero que Yelaím sabia tan solitario y frágil.

Yelaím decidió que quería un oso para abrazar, aunque sea un momentito.

En las garras del amor, Libro 1 saga cambiaformas enamoradosWhere stories live. Discover now