Estoy seguro que he avanzado

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Yelaím estaba terminando de vestirse, era un viernes y le tocaba su sexta cita con el psicólogo. El tipo le agradaba, era ameno con un aire de Freud, pero más sonriente y sobre todo un hombre que se actualizaba con los métodos de psicoanálisis, a pesar de los estrambóticos calcetines que al tipo le gustaba usar.

Después de cada cita, el especialista le dejaba pequeñas tareas que en un principio Yelaím pensaba que eran estúpidas, hasta que poco a poco empezó a ser consciente de las utilidades de estas mientras que con cada tarea ganaba más terreno en el área de confianza. Ya no se sentía tan ansioso, ya no tartamudeaba y de a poco iba recobrando la confianza en sí mismo, ahora podía responder a las preguntas que otros le hacían sin esconderse bajando la mirada.

Tanto su madre como su amiga Ginebra se dieron cuenta de su progreso, por eso cuando Ginebra le sugirió entrar a trabajar, le vino como anillo al dedo pues quería ayudar a su madre y también quería poder relacionarse tal como le había aconsejado el psicólogo, quien consideró que un trabajo era el medio perfecto.

Ese mismo día que su amiga fue por él, juntos llegaron al fino restaurante sintiéndose tan pequeño, tan sencillo y su incomodidad fue mayor y sorpresiva cuando quien los entrevista resultó ser nada más y nada menos que Altaír Dunhill el guapo millonario que a Ginebra le hacía sacar una sonrisita tonta.

Contrario a lo que Yelaím esperaba, el muy atractivo empresario los atendió con amabilidad y los ubicó en puestos con la suficiente flexibilidad que sus horarios de estudiantes requerían, también el amable hombre considero poner un día fijo a Yelaím para que este pudiera ir a sus citas las cuales el chico le había informado, más feliz parecía no estar al ver lo diferente que era ahora la vida de él y su madre, ya que antes se sentía amenazado y sin ganas de vivir, y ahora lo único en lo que pensaba era en que todo era digno de dar una oportunidad, y en el trabajo la paga era buena, también le fue fácil adaptarse y aprender a manejar la tensión del trabajo y la interacción con sus compañeros, estaba emocionado tenía y tenía mucho que contarle a su psicólogo.

Como siempre la sala de espera tenía una cantidad de revistas nuevas las cuales encantado hojeaba mientras esperaba a que el paciente en turno saliera, por suerte no tuvo que esperar mucho.

—Hola Yelaím pasa, el amable hombre sonrió y dejo paso para que el delgado chico entre.

El profesionista Blanco Fog se acomodó los lentes y se sentó frente al amplio escritorio.

—Buenas tardes doctor Blanco.

Yelaím agradecía que el lugar tuviera suave música ambiental que seguramente cumplía a función de tranquilizar al paciente, además varios difusores con aroma a sándalo esparcían su aroma creando un ambiente muy agradable y Yelaím divertido pensaba en que en cualquier momento el psicólogo aparecería con una túnica de yogui y recitaría algún mantra.

—Hola y buenas tardes para ti también Yelaím, cuéntame cómo te ido, que por la sonrisa en tu rostro creo que tienes mucho que decirme, el psicólogo Blanco Fog se acomodó sus gafas mientras tomaba su inseparable block de notas en la que apuntaba de forma frenética mientras Yelaím hablaba.

Yelaím se acomodó bien la mullida silla forrada de vinil la cual odiaba porque le hacía sudar el trasero y eso era muy incómodo, pero por lo demás ignoró esa sanción y relajado empezó a hablar, —he hecho las tareas que me dejó y pude manejar la tensión que sentía al estar en el trabajo, también he coincidido con dos tipos que me intimidan bastante y no he sentido esa opresión claustrofóbica de pánico.

—¿Alguien te intimida?, el doctor dejó de anotar.

Yelaím de inmediato aclaro, —No señor, solo que como son cambiaformas de la misma especie que mis anteriores atacantes pues solo con verlos me sentía muy asustado, pero por lo general el oso me ignora y nunca me ha tratado mal y el lobo no pasa más que de llamarme con nombres ofensivos solo porque tiene mal genio.

El doctor lo miro de forma evaluativa como buscando la verdad a aquella afirmación.

—Bueno Yelaím, recuerda que nadie puede intimidarte aquí en la ciudad, por lo tanto, si algo así sucediera hazlo saber a las autoridades pertinentes, Rubén el jefe de la policía se encargara de que uno de sus chicos tome nota y haga la averiguación necesaria.

—Lo se señor y eso mismo me repito cuando siento que podría estar en peligro lo cual ya no es común que suceda.

—Bien Yelaím y se puede saber ¿quiénes son los que te intimidan?, el psicólogo sonrió de forma amable mientras sus manos se apoyaban apacibles sobre el escritorio.

—El Brandon Swarts, el pelirrojo enorme, murmuró Yelaím, —y su amigo César Brito.

El psicólogo apoyó la espalda en el respaldo, —conozco a Brandon es el único tipo que cumple con la descripción de enorme y pelirrojo y, el psicólogo lo miro de forma intensa, —no quiero coaccionar, pero conozco a Brandon y es un tipo mal encarado sí, pero hasta donde sé, no es violento, y con Cesar Brito, bueno el tipo es tiene sus propios problemas y es algo bastante extrovertido como muchos jóvenes universitarios, pero te repito, con quien sea, tú tienes el poder de parar cualquier tipo de intimidación.

—De hecho no me siento en estado de pánico, ya que he tratado Brandon y aunque es callado, no lo he visto ser violento, así como usted dice.

Yelaím salió del consultorio concertando una cita para dentro de dos semanas, se sentía confiado, sabía que no tardaría mucho en recuperar la confianza hasta que todo lo que había vivido no sea más que un recuerdo.

Mientras trepado en el bus hacia su camino al supermercado, tenía que pasar para comprar un poco de despensa y de paso vería a su madre repasaba su lista, ya que con el presupuesto ajustado cuidaban cada centavo que tenían.

Al bajar en la dirección indicada el ruido de una motocicleta sonó cerca y Yelaím no le prestó atención, —¡Hey!, la voz gruesa y fuerte de aquel oso le hizo paralizarse por un segundo, fue tan breve lo que su cuerpo tardó en sentirse no amenazado, pero de inmediato se recuperó.

El enorme oso llegó junto a él montado en una monstruosidad y lo observó, —Hola, Yelaím se recordó a si mismo que estaban en medio de la calle y de forma amable sonrió felicitándose así mismo por tan importante avance.

Estaba listo para empezar a tratar con sus miedos, si antes estos no lo devoraban tal como él se devoraba con la vista al delicioso e intimidante tipo delante de él.

En las garras del amor, Libro 1 saga cambiaformas enamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora