Enfrentando el miedo

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Yelaím odiaba ética, bueno no la materia en sí, sino a su aburrido nuevo maestro cuya voz narcótica hacía adormecer a todos. Leía una y otra vez, anotaba y esperaba que algún poder divino le ayudara a comprender lo que leía.

Su mente empezaba a saturarse, se sentía lento y adormilado de tanto leer algo que no comprendía.
Por eso cuando tocaron la puerta de su nueva casa casi brinca del susto, sintiéndose un poco aliviado de poder desviar su mente a otra cosa, levantándose y abriendo la puerta hasta que delante de él estaba un hombre pelirrojo enorme, musculoso que olía a cambiaformas oso.
Yelaím tragó en seco, no podía creer que esto le estuviera sucediendo precisamente ahora que estaba solo en su nueva casa.
— Debes ser hijo de Disha Wordik.
Brandon observó al joven delante de él. No parecía más que un adolescente y con una gran cantidad de hormonas siendo exudadas en su sistema, el miedo se podía oler en aquel cuerpo y era un milagro que el palo andante no se hubiera orinado todavía sobre los pantalones entallados.

Tampoco pudo dejar de notar la peculiaridad en los ojos del muchacho... heterocromia, no conocía cambiaformas con esa condición, pero en el chico se veía interesante y bonito, muy lejos de su tipo habitual.

Yelaím tragó en seco, avergonzado por su estúpida reacción.
Dos meses en aquel pueblo, una semana en la universidad y nadie le había agredido, pero las secuelas emocionales eran muy fuertes, pues siempre estaba expectante y desconfiado.
—Emm, sí, sí, por primera vez Yelaím se fijó en la pequeña caja de herramientas que el enorme hombre traía y su vergüenza fue mayor, —adelante, Yelaím se hizo a un lado dejando pasar al corpulento tipo.

Brandon caminó unos cuantos pasos y se detuvo esperando a que se le indicara dónde estaba el problema.

—Por aquí por favor, Yelaím guío a Brandon hasta el baño.
El lugar estaba bastante limpio y ordenado, —la regadera gotea, lo mismo que el lavamanos y los manerales están duros, son difíciles de abrir.
Brandon asentó su caja de herramientas en el suelo sin decir palabra alguna.
Incómodo por el silencio del enorme tipo, Yelaím decidió dejarlo sólo.
—Estaré en la cocina si necesita algo, Yelaím decidió salir de su zona de seguridad. A pesar de sentir miedo, desconfianza, también quería recuperar parte de su vida, rescatar lo que pudiera y trabajar con lo que no pudiera manejar, -mi nombre es Yelaím, Brandon quien ya estaba sacando sus herramientas miró la delgada mano que se ofrecía delante de él.

—Brandon, para servirte. La seca respuesta sólo puso más nervioso a Yelaím y el colmo fue cuando el hombre tan serio quiso sonreír.
Yelaím tragó en seco, la mueca en ese hombre debería estar prohibido.

— Debo, mmmm,
Yelaím maldecía a su cerebro que había quedado catatónico del miedo.

—¿ir a estudiar?, completó Brandon al ver que el muchacho parecía apunto de desmayarse.

—Correcto, estudiar, con torpeza, Yelaím se retiró. Dos cosas rondaban por su mente, uno, su miedo era injustificado, pues el hombre era serio pero no representaba una amenaza; dos, ver a ese hombre mostrando aquellos músculos, superaba cualquier película porno que todo saludable adolescente gay hubiera visto.
La segunda idea le preocupaba mucho más al joven venado, mientras todo el rato que el enorme tipo trabajaba, Yelaím feliz miraba el tenso trasero que se marcaba en los muy sufridos pantalones entallados, bien el venadito no se quejaría.



Brandon suspiró, la tubería del baño estaba en tan mal estado que creía necesario cambiarla toda.
Pero por el momento debería decirle al chiquillo, que había hecho una reparación provisional, hasta que la madre del joven decidiera que hacer.

Se ubicó hasta llegar de nuevo a la cocina en donde vio al muchacho que ni siquiera le escuchó llegar.
Brandon se aclaró la garganta, en el proceso observó los libros, las libretas y marca textos regados.

Yelaím desconcertado levantó la visita, sus anteojos se habían deslizado un poco por su nariz.
Al ver a Brandon sonrió con un poco más de soltura.

—Dile a tu madre que he hecho algunas reparaciones provisionales, deberán ser suficientes por unos días, pero toda la tubería deberá ser cambiada pues está llena de sarro y muchos empaques estarán flojos.

Por un momento Yelaím no comprendió lo que aquel intimidante tipo le quiso decir, solo trataba de ordenarle a su cerebro que se concentrara en el rostro del varonil oso, el cual tampoco era mejor que dejar de ver el musculoso pecho o el bien dotado bulto de la parte delantera de semejante semental.

Brandon estaba impacientándose con el joven que parecía muy distraído y gruño, sonido que casi hizo al joven que se le detuviera el corazón y no de una forma placentera.

Yelaím se odiaba, se sentía un tonto siendo observado con enojo por el enorme mamífero ahí parado, y lo peor, su lengua se rehusaba a cooperar para hablar.

—Escucha niño, debo irme, dejare mi tarjeta en la mesa y que tu madre me llame.

Yelaím avergonzado bajo la mirada, su rostro estaba caliente y sus mejillas estaban coloreadas en el tono rojo humillante número cuatro.

Yelaím solo asintió.

Una vez solo se dejó caer en el suelo, deslizándose sobre la pared hasta golpear su trasero, primero pensó que si podría con aquel reto de ser sociable con el tipo, pero luego la realidad vino hacia el de una forma avasallante dejándolo mudo y sin dignidad.

El tipo claramente pensaba que era un enclenque, un enclenque peor que Bob Esponja, y eso ya era demasiado ofensivo.

Restregándose el rostro tomó su celular y verificó su agenda asegurándose que su cita con el doctor Blanco Fog estuviera próxima, quería dejar de cargar ese pesado equipaje.

Su madre estaría muy decepcionada cuando se enterara de la mala reacción de su hijo, pero estaría más horrorizada si supiera que de forma mustia se comió con los ojos al enorme y pelirrojo oso, eso le causó cierta felicidad.

Yelaím sabía que en el proceso no solamente él había sido dañado, sino su madre también, volviéndose sobreprotectora y desconfiada, hasta el grado de casi controlar cada paso que el joven daba cuando este estaba fuera, la principio ese cuidado le dio cierta seguridad, pero ahora no estaba tan seguro de que sea lo mejor.

Por eso quería esforzarse y superar parte de su pasado. Esperaba tener la fuerza suficiente para no quebrarse más, pues sabía que no lo resistiría, sabía que ahora su vida era en sí un gran esfuerzo pues donde él era desconfiado y asustadizo a su amiga nunca la habían tocado y de cierta forma envidiaba la libertad y confianza con la que ella iba por la vida.

Además, estaba el hecho de que el enorme tipo regresaría para terminar sus reparaciones y sería una hazaña si este no le arrancaba la cabeza por la molestia que le acusaba la actitud de Yelaím quien continuó con su lectura adormecedora, mientras se determinaba a no ser presa emocional de nadie.

El lugar en el que ahora vivían era muy apacible, le gustaba mucho, al igual que le gustaba su nueva amiga Ginebra que aun que era bastante hiperactiva era muy dulce y sociable, sus demás compañeros eran agradables y pacíficos, a pesar de que algunos de ellos eran depredadores.

Yelaím estaba dispuesto a poner todo de sí, no lo arruinaría, con sus miedos y traumas, lo que sucedió anteriormente no había sido su culpa, pero ahora si sería culpable sino se esforzaba por superarlo, sonriendo continuo con sus estudios y con un sinfín de sueños que se amontonaban en su juvenil cerebro, mientras la parte inferior de su cuerpo se endurecía sanamente al recordar esos abultados brazos trabajando en las tuberías y toda clase de chistes sucios corrían desbocados por su cabeza.

En las garras del amor, Libro 1 saga cambiaformas enamoradosWhere stories live. Discover now