Capitulo VI: Viejo amigo, nuevo enemigo; revelaciones (I/III)

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—¡Oficial, nos volvemos a encontrar! —dije intentando sonar jovial.

El de la cicatriz de inmediato alzó el rostro y me miró.

—Así parece.

—¿Aún buscáis a las fugitivas?

—De hecho, sí. Tenemos información de que se esconden aquí.

—¿Aquí? ¡Qué calamidad!

Mis ojos se dirigieron de su rostro a sus manos cuando el oficial llevó la diestra a la empuñadura de su espada.

—¿Dónde están? —dijo él desenvainando el arma.

Yo caminé hacia atrás y desenvainé la mía también. Me puse en guardia, no los dejaría avanzar.

—¿Cómo podría saberlo? —le contesté parando con mi hoja su ataque.

De inmediato los tres soldados que le acompañaban avanzaron también, arremetiendo contra mí.

Encendí mi poder espiritual que cubrió la espada haciéndola brillar con un resplandor azul y empecé a esquivar sus ataques. Lo único en lo que pensaba era en que Ariana y Keysa pudieran escapar.

Cuando la energía espiritual de un sorcere cubre su arma, esta gana poder y resistencia, por lo tanto, mis ataques se hicieron más consistentes. El soldado con la cicatriz, que asumí sería el capitán, era el mejor espadachín de los tres con los que me enfrentaba.

Levanté mi mano izquierda y rápidamente dibujé en el aire la runa Neir, un hechizo sencillo. El símbolo brilló en azul suspendido en el aire, lo atravesé con mi espada y después dirigí esta a uno de los soldados, el cual fue impulsado hacia atrás y cayó por la barandilla debido a la energía que brotó del movimiento. Ya solo quedaban dos contendientes.

El capitán me miró con ojos furiosos.

—¿Suponéis que por ser un sorcere venceréis tan fácil? —preguntó— ¡Siempre creyéndose superiores, todos sois despreciables!

El otro soldado dirigió sus ataques a mi pecho buscando cortar y en varias oportunidades estuvo a punto de hacerlo. Yo tenía que moverme muy rápido para hacerle frente a las arremetidas de ambos. El soldado se impulsó hacia adelante, mientras lo esquivaba, vi por el rabillo del ojo que el capitán sacaba algo de su cinto.

Era nada menos que el Lazo del cautivo.

Dicen que la diosa Lys, en los tiempos primigenios, usó ese lazo para apresar a Morkes, el nigromante oscuro. Gracias al poder del lazo, el dios perdió su poder y Lys, la dadora de magia, pudo encerrarlo en las profundidades del Geirsgarg. Probablemente, era solo una leyenda, pero cierta o falsa, esa cuerda hecha de ethel, el extraño material que solo se consigue en el interior del Cañón de Fuego, tiene la facultad de anular el poder espiritual de un sorcere.

Me moví hacia atrás con un salto y esquivé la cuerda. Si el lazo del cautivo lograba atraparme perdería mi poder y entonces, para los soldados, sería más fácil capturarme.

Levanté esta vez la mano derecha y dibujé otra runa, Aohr, la que conjuraba un hechizo más poderoso. Una vez que el símbolo refulgió en el aire lo atravesé con mi espada y dirigí esta hacia el suelo de la barandilla, debajo de los pies de los soldados. Con un estruendo el piso se derrumbó.

Giré para llegar a una de las habitaciones y poder escapar por la ventana, pero antes de que pudiera llegar a la puerta, el piso bajo mis pies también se desmoronó. El hechizo destruyó todo el pasillo. Sin poderlo evitar, caí.

Abajo era un desorden de tablas, polvo, sillas, mesas volcadas y cuerpos desplomados. Me levanté tan rápido como pude y agarré de nuevo mi espada, encendí mi poder espiritual y para mi asombro no sucedió nada. Volví a intentar, pero mi energía no se manifestaba. Miré hacia atrás y entendí por qué. El capitán sostenía un extremo del lazo del cautivo, el otro estaba envuelto en mi tobillo.

Augsvert I: El retorno de la hechicera (COMPLETA)Where stories live. Discover now