☙ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 16 ❧

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«Odio los lunes.» pensamiento compartido tanto por alumnos como por profesores. Aunque nadie lo pasaba peor que el director Brown; hoy era el día de la charla que darían él y los Watterson.

Ojalá no llegue el momento.
Pero llegó.

Golpes en la puerta de su despacho acabaron con la calma que reinaba en aquel espacio, porque no fueron toquecitos suaves con los dedos, ni golpecitos de nudillos, ¡Fueron puñetazos!

— ¿Podemos pasar? — Pero técnicamente ya estaba dentro; la mano de la mujer aparentemente delicada había traspasado la madera de la puerta. Siempre igual... Entre la gata y su novia, no gana para reparaciones.

«Dios si me salvas de esta, me hago creyente.» pensó el hombre de gafas cuando, sin esperar respuesta, sacó su mano del hueco rápidamente y sin esfuerzo.

— No se abre… — se quejó girando el pomo.

— Cariño, la has roto; es normal que no abra… — La tranquilidad con la que el conejo hablaba asustaba a Brown más que la gata.

La puerta agujereada acabó siendo arrancada y después, puesta a un lado del pasillo todo por la felina que apretaba los dientes con algo de molestia. Realmente no ganaba suficiente para esto, literalmente no lo hacía.

— Buenos días, señor y señora Watterson. — El hombre de cabello marrón y algo canoso les señaló con mano temblante dos de las, ahora tres sillas -normalmente eran solo dos, pero el director colocó otra- frente al escritorio, levantándose un segundo antes de volver a sentarse —. Por favor, tomen asiento.

— ¿De qué se trata esta reunión? ¿Otra vez mi marido se comió los deberes de mis hijos? — La postura calmada que la gata se esforzaba en mantener no congeniaba para nada con la mirada furiosa que le daban los ojos de sangre al hombre de su lado.

— Ojalá… — susurró el de gafas, siendo mirado rápidamente por el dúo. Tosió con levedad, cubriendo su boca con ayuda del dorso de la mano, intentando disimular el tono con el que lo había dicho incluso deseaba que se pudieran olvidar; no le haría ningún bien hacer enfadar a la fémina —. Verán…, Hace unos días tuvimos un pequeño altercado con Darwin.

— ¿Mi Dawin?.— preguntó aquella mujer sin poder creérselo. “Su Dawin” no era alguien que se metiera en problemas de forma regular, siempre y cuando no esté con Gumball claro; si ese dúo o trío -si estaba la coneja también- estaba unido, no podrían estar ni dos segundos sin meterse en problemas.

— Si…, si, “Su Darwin” — repitió. El director se subió las gafas con un dedo mientras miraba a ambos, aunque su atención estaba más en aquella mujer; no puedes evitar tener miedo cuando acaban de atravesar la puerta con un puño y luego, arrancarla como si esta estuviera hecha de papel.

Tanto el conejo como el hombre de cabellos castaños cenizos tragaron saliva al escuchar un gruñido provenir de la mujer. Pero el hombre al lado contrario del escritorio a aquella gata suspiró y se recompuso rápido; quería hacer un anuncio por megafonía y no podría si hablaba bajito y tartamudeando como bien sabía que haría de no tranquilizarse un poco.

— Si me disculpa un momento, señora Watterson. — pidió Nigel, viendo como la nombrada asentía con lentitud y era tomada de la mano por su esposo, que intentaba calmarla para evitar que aquel despacho acabara destrozado antes de tiempo. Era evidente que iba a pasar, hiciera lo que hiciera, pero al menos quería hablar más sobre su hijo antes de eso —. Darwin Watterson preséntese en mi despacho por favor, Darwin Watterson. — anunció.

Pasaron unos minutos, dos, tres tal vez, hasta que el pez por fin entró en el despacho. Parecía muy acalorado, como si hubiera venido corriendo, pese a que si lo hubiera hecho -ignorando el que no se puede correr por los pasillos- habría llegado mucho antes.

тнє кιѕѕ •||𝔾𝕦𝕞𝕕𝕠𝕘||•Where stories live. Discover now