Capítulo 3

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8:30 am la hora en la que llegamos al hospital, ayer no había notado el poco personal que tienen, algo que hoy todos notamos. Nos recibe un señor de cabello blanco, sus ojos expresan fatiga, y cómo podría ser distinto si debe trabajar todo el día y a su avanzada edad.

―Buenos días, jóvenes, es un verdadero placer recibirlos y también una bendición, no saben lo agradecidos que estamos todos en el hospital al contar con nuevas manos y llenas de energía ―nos dice el señor y vaya que se notaba que estaba feliz de tenernos allí.

―El placer es nuestro, doctor... Suarez. ―dice Carlos, al leerle su nombre en el gafete.

―Exactamente, doctor. El placer es nuestro y venimos a ponernos a su total disposición. Supongo que nuestro director le informó que cada uno de nosotros se especializa en un área distinta. ―señala Lena, dejando totalmente de lado sus ganas de volver a Cambridge.

―Correcto, el señor Firtz, me lo indicó. Es por eso que cada uno será guiado por el encargado según el departamento que le corresponda ―nos dice mientras nos señala una sala para que entremos.

―Ella es Nicole, la encargada del departamento de microbiología, con ella trabajará Laura ―dice y voltea a ver a Laura―. Ella te explicará lo que estamos haciendo en este momento.

Laura es microbióloga, la mejor de su generación. Es perseverante y eso la hace mejor aún, siempre se esmera por llegar a las causas de todo. Le apasiona la investigación y la formulación de tratamientos.

Ricardo se dedica a la medicina interna, por lo cual trabajaría al lado de José Andrés y Eva, la pareja de médicos internistas del hospital.

Lena por su parte es neuróloga lo cual le sentaba de maravilla al hospital por el tema de la encefalitis. Y estaría bajo la supervisión de Michael, un neurocirujano experimentado y bastante conocido por sus publicaciones en distintas revistas médicas.

Carlos estará con el doctor Suarez, pues ambos son cardiólogos. El doctor Suarez lleva toda su vida trabajando en el hospital y ya debía haberse jubilado, sin embargo, lo debió posponer debido a la epidemia.

Y para seguir con la mala suerte que me acompaña siempre, mi encargada es May, la médico general y jefa interina del hospital. Pero según el doctor Suarez tendré plena libertad en mi trabajo en la parte de virología, pero cuando me involucre en el área de pediatría deberé consultarle a ella, esas son las reglas.

―En esta área están los niños más graves, los que el virus les causó infección cerebral, al día nos ingresan de 2 a 3 niños y al menos 1 de ellos se agrava de forma rápida, es jodido no poder hacer nada por ellos, no saber qué les causa esto ―me dice con gran frustración, era otra May completamente distinta a la que me dejó su mano pintada en la mejilla la noche anterior. Verla frustrada y preocupada por esos pequeños me hace recordar a mi May, de la que alguna vez estuve completamente enamorada.

―Oye, ¿te puedo preguntar algo? ―le digo con sutileza.

―Desde el primer día que nos conocimos, siempre me asusto cuando me dices eso, pero claro, dime ―me lo dice con una cierta risa. De verdad no entiendo lo que pasa. ¿por qué de repente quiere actuar como si nada hubiera pasado, como si la cachetada no hubiese existido?

―Perdón, sabes que no me gusta hacer preguntas incomodas, al menos no sin antes pedir permiso ―le digo tratando de igualar su comodidad―. ¿Cuál de ellos es el pequeño Mathew? ―trato de no incomodarla con mi pregunta, pero es inevitable.

Ella suspira de forma lenta y pausada.

―Mi niño es el más pequeño de todos, lleva cinco semanas acá y no veo mejoría, es tan desgastante ―y puedo notar por sus ojeras que esas cinco semanas su sueño ha sido prácticamente nulo.

Punto de QuiebreWhere stories live. Discover now