Al otro lado de la puerta

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 Cuando tenía pesadillas, me acurrucaba junto a la puerta del final del pasillo y escuchaba atentamente al silencio, esperando. Pasadas las doce, sin falta, comenzaba a oír aquel sonido peculiar semejante al crujido de los huesos. Me reconfortaba, y me relajaba al punto de quedarme dormido allí mismo, después de unos minutos.

 A la mañana siguiente, amanecía de nuevo en mi habitación, sin recordar lo que había soñado y consciente de que tras la puerta del final del pasillo, solo había una habitación vacía.

De lo que susurran las paredesWhere stories live. Discover now