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Taehyung no podía recordar si es que alguna vez había estado en un partido de esos. Tal vez una ocasión en su primer año, solo para darse cuenta de que aquel extenuante evento, de al menos 2 horas, no era lo suficientemente entretenido.

Pero esta vez había algo distinto: una sensación expectante en su estómago, como infantiles cosquillas de emoción. A pesar del bullicio y el vitoreo, Taehyung aguardaba casi con impaciencia a que los jugadores salieran al campo de una vez por todas. No es como si quisiera ver a Jungkook o algo así.

Antes, había tenido el absurdo impulso de buscarlo en los vestuarios, pero asumió que sería incómodo, con todo el equipo de fútbol alrededor y alguien con una Go-Pro en la cabeza rondando los pasillos. Quiso desearle suerte, o al menos hacerle saber que había cumplido con su promesa.

El público rugió con más fuerza, llamando su atención. El éxodo de cavernícolas dejando los vestuarios subterráneos hizo su aparición saludando a la fanaticada como lo haría una reina de belleza.
—Espera, espera, ¿qué es eso? —alargó Taehyung fastidiado, golpeando el hombro de Jimin. ¡Ellos tenían los cascos puestos! ¡¿Cómo se suponía que vería a Jungkook?!

—Cascos —respondió Jimin sin muchos ánimos. Comenzaba a arrepentirse de ir al evento. De hecho, no debió haber aceptado. El ruido, los gritos y las porras eran ensordecedores. La universidad de Hanam, sus rivales, respondían cada cántico desde su lugar en las gradas, creando una sutil pelea de barras y una hinchada apasionada. Pero en su ausencia, ¿quién le explicaría el juego a Taehyung? Tenía que darle un premio por su insistencia al chico.

—Ugh, demonios.

—Da igual. Bajo ese casco solo hay sudor, una respiración de perro y seguramente mucha saliva —musitó el rubio con un ademán. Taehyung lo miró con desconcierto—. Por los retenedores que muerden, ya sabes, para no arrancarse la lengua probablemente.

Muy bien. Si podía ignorar la nube negra sobre su amigo, tal vez el partido no sería tan malo. El número de Jungkook era el uno. Solo tenía que mantener la mirada en su espalda.

Bueno, ahí estaba. Le preocupó un poco ver la abominable diferencia de tamaño cuando comparó con el otro equipo; tenían tres o cuatro mastodontes que bien podía sacarle dos cabezas a Jungkook en altura; además, el mariscal era más bien esbelto y no tan robusto como aquellos.

Lanzaron la moneda. El equipo de Hanam fue el primero en elegir su lado de la cancha y pronto ambos equipos estaban en sus respectivas formaciones, mirándose las caras. Hanam hizo su primer pase y Taehyung perdió a todo el mundo de vista; parecían pequeñas hormigas muy agresivas tumbándose unas a otras mientras una de ellas corrían con todas las fuerzas de su alma con una morona de pan y luego ¡bam! Ya no más. Ella había sido tacleada y enterrada bajo una montonera de hombres.

—¡Ow! —exclamó Taehyung, cubriendo sus ojos; las personas a su alrededor gritaron eufóricos, levantándose de su asientos—. Jimin, ¿eso no es trampa?

—Uhm, no; ese es el punto, tumbarlos antes de que anoten —murmuró Jimin, que no se había tomado la molestia de levantarse para gritar junto a los demás—. Además, ¿qué importa? Tenemos que apoyar a los blancos, no a los azules.

—Oh, cierto.

Hubo unos momentos de pausa antes de retomar; ambos equipos cambiaron sus formaciones y algunos jugadores también. Ahora podía ver claramente a Jungkook, quien fue el que recibió el balón inmediatamente; las cosas parecían distintas esta vez: ya no eran hormigas desperdigándose por el cambo, sino que la acción se concentró en el centro, donde los jugadores de Hanam entraron de frente contra sus cavernícolas (pese a todo eran suyos).

¡El mariscal de campo es gay! - KookVWhere stories live. Discover now