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5 de marzo. Tuve un muy bello ataque a la madrugada. Se supone que ahora estoy más tranquila.
Es gracioso como cambia todo y a la vez nada cuando me despierto.
Veo el mensaje larguísimo que le mandé a mi mejor amiga en el medio de mi crisis y siento vergüenza. Es muy honesto y brutal y no sé si merece leer eso. Porque ya no debería recibir ese tipo de mensajes. Porque ya hemos pasado por esto.
Le escribí algo muy real sobre que yo era capaz de empatizar con prácticamente cualquier ser, excepto conmigo misma. Solía leer biografías de asesinos en serie y me llegaba a sentir mal por ellos, al leer sobre sus infancias llenas de violencia física y emocional, abuso sexual y escolar, y mucho abandono. Así que yo podía empatizar con personas que habían cometido actos horribles, destructivos e imperdonables para muchos. Pero no puedo empatizar con el ser que no ha hecho ni una cuarta parte de las cosas malas que ellos sí.
No tiene sentido. Y eso me demuestra lo rota que estoy.
Me exaspera pensar que quizás siempre me quede así. Que ya es muy tarde. Que el daño interno sea demasiado.
Me repito que es un proceso largo. Pero eso suena como la basura que me dice la nutricionista.

No importa lo bueno que haga. No importan los halagos, los logros y reconocimientos. Nada. Porque dentro mío siempre hay un eco que dice que no soy suficiente, que soy un completo fracaso y que todo es una gran farsa. Y que no merezco nada que me haga feliz. Todos los insultos que recibí a lo largo de los años se acoplan y hacen un eco más poderoso.  Caen como una lluvia de meteoritos y yo...Yo nunca tuve oportunidad contra ellos. Nunca fui lo suficientemente fuerte.

Historia De Un MesWhere stories live. Discover now