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24 de febrero. A veces pienso que mi vida es una mierda. Pero eso suena injusto. Porque realmente no es tan así. Y sé que podría ser mucho peor.
Lo que sucede es que estoy atada a muchos recuerdos y experiencias pasadas que me rompieron en mil pedazos. Microfracturas que se expandieron como un terremoto.
Cuando sufres mucho dolor a corta edad, te acostumbras a sentirlo. Se pliega a tu alrededor como un enredadera. Y no la podes arrancar. Porque eso requiere mucho esfuerzo y ya estás agotado.
Creo que me acostumbré a la tristeza. Es algo conocido, que vuelve a mí cuando estoy desocupada, cuando no tengo mi rostro hundido en todos los libros que debo estudiar. Así que cuando mi mente está libre de cualquier responsabilidad que la mantenga ocupada, llama a la tristeza a tomar un trago.
Y eso es un desastre. Porque la tristeza no es una muy buena compañera de copas. Y cada año se vuelve más resistente. Y yo me he vuelto más vieja, y eso me hace subestimarla. Pienso que ya no me afecta. Que no me molesta. Porque tengo una lista de razones por las cuales debería estar malditamente bien y conforme con mi vida. Porque supongo que ya debería haber superado mis traumas y soltado el dolor. Porque creo que ya no soy una adolescente que llora a las 4 de la madrugada y siente que se muere.
Pero sólo me estoy engañando a mi misma. De la misma manera en que engañé toda mi vida a las personas a mi alrededor.
Fui muy buena actriz por muchísimo tiempo.
Cada ser humano que me conoce dice que soy graciosa. Que los hago reír.
Yo hacía esa mierda. Pasaba cada tarde sonriendo y haciendo bromas y por las noches cortaba la piel de mis brazos, de mis muslos y mi abdomen hasta que ardieran como se supone que el infierno arde.
Bienvenidos a la obra de mi vida..¿Que género sería? ¿Una comedia? ¿Un drama? ¿Una comedia dramática?

Lo peor de todo es que me volví adicta. De verdad. Necesitaba los cortes como algunos necesitan las drogas. No exagero. Incluso llevaba una cuchilla en la cartuchera.
Cualquier situación estresante, que me provocara malestar, derivaba en mi abriéndome la piel.
La gente suele pensar que es una llamada de atención. Yo no lo hacía por eso. Nunca se lo mostré a nadie. Ni sacaba fotos. Nada de eso. Usaba muchas pulseras. Ropa larga. Incluso me ponía base en los brazos para taparlas mejor.
Se volvió en un hábito, un ritual. Mi padrenuestro.
Creía que me los merecía.
Y fue así por mucho tiempo. Apróximadamente seis años.
El proceso de dejar de hacerlo se sintió como rehabilitación. Tenía recaídas. Sentimientos de culpa, rabia, arrepentimiento.
Y mucho silencio. La mayoría de mis amigos desconocen esto y mi familia también. Mis padres vieron una vez un corte. Mi madre se enojó y dijo que me internaría. Sólo eso. A veces pienso que si en ese momento ella hubiera preguntado "cómo estás" o "por qué", podría haber evitado mucho de lo que pasó. Pero tampoco puedo culparla. No es justo. Ella no tenía las herramientas para manejar eso, como así yo tampoco tuve las mías.
Es difícil reconocer que fui capaz de hacerme tanto daño. Fui mi peor enemigo prácticamente toda mi existencia. Y quizás todavía lo soy.
No hay cura para eso.

Ahora cuando alguien sonríe y me dice que está bien, pregunto dos veces.

Historia De Un MesWhere stories live. Discover now