Veintiocho

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D - DAY

Con un rápido movimiento me senté a horcajadas sobre él sintiendo su duro miembro rozar con el mío y gemí. Dios, estaba tan duro. Me froté sobre él una vez acostumbrándome a la sensación que provocaba en mí.

Un inmenso gemido salió de su boca llenando la habitación.

—Suéltame —pidió, pero hice caso omiso a sus peticiones frotándome una vez más, atrapado por la excitación y lujuria.

Toco juguetonamente el borde de su bóxer con mi dedo índice y lo deslizo a lo largo del elástico con nervios. No es que fuera la primera vez que lo viera sin él, pero aquella vez yo no había sentido la sensación de quitárselo por mí mismo y esta sería la primera vez.

Esperé a que él dijera algo, pero no lo hizo, solo jadeó y gimió continuamente cuando mis movimientos sobre la fina tela de su bóxer se hicieron más rápido.

No dudes, no dudes.

Cerré los ojos, con mis dedos tomé la delgada tela y la deslicé hacia abajo dejando a mi vista y expectación, parte de su piel.

Solo un poco más, solo un poco más.

Abrí los ojos y me levanté de su regazo extrañando inmediatamente la calidez de éste. Sin quitarme de arriba de él, seguí bajando su bóxer por sus piernas, liberando su gran erección.

Él tanteó sus piernas sobre el suave y blando colchón y reí roncamente terminando de sacar por completo aquel obstáculo. Pero aún quedaba uno.

—¿A dónde vas? —preguntó con desesperación al sentir mis piernas deslizarse fuera de su cuerpo.

—Me sacaré el bóxer, espera, impaciente —bromeé y sin pudor ni vergüenza bajé la tela negra por mis piernas.

OH. MI. DIOS.

Ambos estábamos desnudos. Ambos estábamos como vinimos al mundo. Estábamos a un solo paso de terminar todo. Solo a un paso.

—¿Ya? —preguntó con insistencia, girando su cabeza hacia el lado donde estaba.

Tragué grueso, mirando su miembro.

Ya no habría telas que nos separaran, ahora serían nuestros cuerpos sintiéndose plenamente, sin nada que les impida deleitarse con el calor del otro.

—TaeHyung —suplicó—. Vamos, necesito sentirte.

Yo también lo necesito. Desesperadamente lo necesitaba, pero había algo que me ataba. Algo que me impedía dar aquel gran pasó.

El miedo, el temor.

El amor.

Necesitaba que esto fuera con amor, con cariño, con adoración. No como lo estábamos haciendo.

Necesitaba sus manos recorriendo mi cintura, tocando cada espacio de piel que mi cuerpo tenía. Necesitaba su boca besándome el cuello, estremeciéndome ante su toque. Necesitaba que su cuerpo estuviera junto al mío sin ningún tipo de ataduras. Lo necesitaba a él, amándome, queriéndome. Tocándome como ningún otro lo había hecho.

Me incliné, tomando la llave de las esposas de plata de la mesa de noche y envolviendo una de sus manos.

—¿Qué haces?

—Te desataré —murmuré, mis dedos temblaron, la llave tembló. Mis labios se curvaron y el miedo me invadió una vez más.

No.

Virgen a los 25 [jjk;kth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora