Dieciséis

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Hoy le toca narrar al poderosísimo, grandioso, al capo de los capos, al mejor sexólogo que hayas visto, al que te saca todo el aire de los pulmones, el que jamás había narrado,,, 

Les pRESENTO A JEON JUNGKOOK, ALIAS EL DOC JEON. 





JungKook

La suavidad con la que sus labios se movían contra los míos me estaba volviendo completamente loco. Gemí una vez más al sentir como su lengua acariciaba la mía y sus tímidos labios pedían permiso en cada movimiento.

Me había sorprendido que ambos pensáramos lo mismo. Había estado discutiendo mentalmente si hacerlo o no, pero al sentir que él fue quien tomó mando en la acción, no hice más que hundirme en su boca y probar su adictivo sabor.

Aunque sabía que esto estaba mal, todo dentro de mí me decía otra cosa.

Me decía que estaba bien y que luego no tendría que arrepentirme, pero no podía. Yo soy su sexólogo y él mi paciente. Nada podría pasar entre nosotros. Ni siquiera un par de besos o siquiera tocarnos las manos por equivocación.

Pero la carne es débil y más la mía. Si seguíamos con esto, yo no podría parar y le haría más daño que cualquiera. Así que me separé de él luego de probar mil veces su sabor y no abrí los ojos hasta segundos después.

Su mirada atemorizada me causó un escalofrío por toda la espalda, tenían miedo de que yo me arrepintiera.

Pero las cosas debían ser así, esto jamás debió haber pasado.

Sus ojos mieles me miraron una vez más suplicando.

Él se había dado cuenta.

―No te arrepientas ―suplicó en un susurro. Tragué fuerte, poniendo mis manos en sus hombros para verle mejor.

―Sabes que esto no tuvo que haber pasado ―murmuré a centímetros de sus labios. Los cuales en este momento actuaban como un poderoso imán.

Él suspiró, alejándose un poco, pero se lo impedí y volví a poner mis manos como hace unos minutos.

―Lo sé, pero tenía ganas de hacerlo.

―Yo también ―reconocí. Y él sonrió sin mostrar aquellas perfectas perlas blancas que adornaban su boca―. Pero entre nosotros no puedo ocurrir absolutamente nada y eso lo sabes muy bien.

―¿Qué hay de malo con unos cuantos besos locos? ―preguntó y reí suspirando, cerrando los ojos al sentir sus brazos rodearme el cuello.

―Mucho ―respondí, inclinándome. Siendo, ahora yo, quien besaba sus labios como si no hubiera un mañana.

Sonreí contra su boca al sentir como su cuerpo se contraía de la impresión y seguí moviendo mis labios contra los suyos hasta recibir su grata respuesta.

Luego habría tiempo para arrepentirse. Ahora solo debíamos disfrutar.

Sabía que ya era hora de parar

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Sabía que ya era hora de parar. Habíamos estado todo el tiempo de la terapia besándonos, y yo, como cualquier persona en estos casos, tenía la cordura al igual que la de un perro hambriento y un trozo de carne. Podía olvidar en un santiamén el problema que él tenía y hacerle el amor allí mismo sobre mi escritorio o en el sillón que él usaba todos los lunes cuando venía.

Pero no podía, tenía que controlarme.

Me separé y nuestros labios hicieron un gracioso sonido al despegarse. Él estaba con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa. Sus labios estaban dos veces más rojos que de costumbre y sus mejillas ligeramente sonrojadas. Su cabello parecía un pequeño nido de aves.

Una perfecta cara que decía acabo-de-follar. Aunque eso es todo lo contrario. No podía negar que me gustaría despertar a su lado algún día y ver aquella cara.

―¿Por qué estás despeinado? ―pregunté divertido. Aniquilando aquel incómodo silencio que nos invadía. Él rió y miró su reflejo en la ventana. Peinando su cabello con sus dedos, quedando exactamente igual que cuando llegó.

―Quizá porque tú me acariciabas el cabello. Y que por momento se te subió un poco la temperatura ¿no crees? ―bromeó y solo pude asentir.

Si tan solo supiera que eso en realidad había sucedido. Pero él era tan inocente. Y esa era una de las cosas que más me gustaba. Su completa inocencia, aquella inocencia que no se veía en todas partes. Y eso era más que un problema, un privilegio.

―¿Por qué me miras así? ―preguntó en un susurro.

Pasé una mano por mi cabello al darme cuenta que, por segunda vez, me había quedado mirándole como un estúpido. Al igual que él en este momento.

Me había divertido el saber que aquello era una debilidad para todos y solía hacerlo frecuentemente. Además, me encantaba la cara que ponía TaeHyung. Igual a la que debía tener yo en este momento.

―Es que, te ves chistoso ―se escapó de mi boca. Él frunció el ceño y yo me regañé por idiota.

"Te ves chistoso". ¿Realmente eso era lo mejor que tenía para decir?

Su rostro de confusión me dio risa, una que nunca salió. Su cara era divertida, pero esa no era la respuesta correcta.

Él se veía hermoso. Eso era lo que yo miraba de él. Su belleza.

Pero no podía decirlo.

―Pues, si eso es un cumplido. Tú también te ves chistoso ―dijo, elevando la barbilla. Reí y me incliné.

―Bueno, gracias, es un honor que usted también me encuentre chistoso ―digo riendo, él niega con la cabeza y yo retrocedo a sentarme, viendo claramente la decepción en sus ojos sabiendo muy bien que nuestra sesión de "besos locos" había terminado.

Aunque ninguno de los dos lo quisiera.

Aunque ninguno de los dos lo quisiera

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Virgen a los 25 [jjk;kth]Where stories live. Discover now