Prisionero de la realidad. [TheBigFour to TheBigEight]

Una vez hace tiempo

Francia, 1941.

Los primeros copos de nieve caían en aquella mañana en un pintoresco pueblo, o más bien, lo que solían ser colores vivaces ahora era una paleta de gris opaco.

Una muchacha cortaba las verduras necesarias para preparar la comida del día mientras tarareaba una canción. La olla del té sonó captando su consideración para apagar la llama de la estufa. Sirvió un poco en una taza de porcelana para degustar el sabor de la menta por la mañana y entonces sus ojos se encontraron con una fotografía enmarcada sobre la chimenea: era ella con su amado. Recordó que está foto la habría tomado uno de sus amigos que practicaba su nuevo pasatiempo/trabajo. Los cuatro habían asistido al festival de otoño para disfrutar de los juegos, así como los bailes y el canto.

Ella aún era una niña de diecisiete años en aquel entonces, una niña enamorada de su mejor amigo. 

-Félix, regresa bien a casa... - susurró tocando delicadamente con sus dedos la figura masculina.

Los pensamientos fueron interrumpidos por el sonar de las voces tras la ventana, así como un azotón en la puerta principal con gritos llamándola por su nombre.

-Sarah... ¡Sarah! - gritaba una mujer de cabello cobre al entrar en la casa. Velozmente bajo hacía el sótano.

-¿Gabrielle?, pensé que estarías en la fábrica hasta tarde. - respondió al bajar las escaleras de madera.

-Haz tus maletas, los soldados alemanés vienen hacía acá. - Gabrielle comenzó a sacar ropa de un ropero y las guardaba en una pequeña maleta.

-¡¿Que?! - gritó incrédula pero la compañía no la escuchó y procedió a hurgar un baúl para tener listo su arco con el carcaj lleno de flechas.

-Sarah, no hay tiempo. Tendremos que huir al pueblo más cercano, todos irán para allá. Y nosotras luego...

-¿Luego?

-Propongo ir al bosque, esondernos ahí hasta encontrarlos. 

-¿Estás loca?, moriremos sin dudar. Es mejor permanecer en caravana con todo el pueblo.

-Debemos intentarlo. - La rubia notó el arco que su amiga sujetaba con fuerzas.

-Gabrielle, dime que no haces todo esto por el hombre loco de la taberna...

-Aster... no creo que sea ningún loco.

-¿Por qué lo defiendes?

-Porque finalmente, después de mucho tiempo, ahora lo recuerdo... no todo, pero recuerdo algunas cosas importantes. - una lágrima rodo en su mejilla.

-No me digas que caíste en lo mismo, pensé que las dos éramos las más conscientes.

-Sarah, créeme por favor, Aleks y Félix... esos sueños que tenían de tiempos pasados, éramos nosotros.