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ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ SEATTLE, 2002

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ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ SEATTLE, 2002.

ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ TRES GOLPES CONTRA LA PUERTA /abierta/ de mi habitación resonaron por la estancia dando paso a mi padre. Su mirada, tan comprensiva y cálida como siempre, se detuvo en mi durante un par de segundos. Aquello sólo provocó que un sollozo se escapase de mis labios. Me sentía muy mal.

Y, como siempre, ahí estaba Matthew Dorhn para consolarme; aún si no me lo merecía.

──── Papi ────gimoteé sorbiéndome la nariz.

──── ¿Qué ha pasado, pajarito?

──── He discutido con Delilah, me ha dicho cosas muy feas.

Mi padre me conocía lo suficiente para saber que, si había discutido con mi hermana, la culpa /de antemano/ era mía y de nadie más. Pero eso no le impedía acudir a mi y abrazarme de una manera en que sólo él sabía tranquilizarme, como estaba haciendo en aquel momento.

Ni siquiera hizo el amago de interrumpirme cuándo volví a hablar, únicamente se limitó a escucharme y repartir caricias a lo largo de mi espalda: buscando apaciguar mi llanto. Por lo general no era una persona que llorase a menudo o con facilidad, por algo mamá solía tacharme de ser una insensible en infinidad de veces, pero cuando se trataba de Delilah la cosa cambiaba. Con la mínima palabra mal sonante que me dijese, un solo reproche, un gesto de desilusión -hacia mi-, o el simple hecho de alzarme la voz: eran detonantes suficientes como para lograr desestabilizarme y desatar mi llanto.

Tratándose de mi hermana mayor todo cambiaba siempre.

Dee lograba acceder a mi lado más sensible, más humano, más agradable. Delilah, para mí, era hogar, calidez, amor, inspiración, humildad, pureza: todo lo bueno que podía existir. Y el simple hecho de defraudarla, enfadarla o decepcionarla me aterraba de manera irracional.

Porque, para mí, no dejaba de ser mi todo.

Quizás también porque estaba en esa época -de los trece años- dónde se busca un referente para la vida. Y yo había escogido a mi hermana en lugar de mis padres. Por muchos motivos, pero el más importante: siempre había estado a mi lado.

A parte de mi padre era quién más me aguantaba en todas mis facetas -de las mejores a las peores-, la única que no me juzgaba.

Y saber su opinión a raíz de una discusión, que acabábamos de tener, me había dejado noqueada. Más que nada porque era algo que no me esperaba, pero que de alguna manera me lo merecía. Al fin y al cabo, yo era la única responsable de haber estropeado un trabajo de física que le había tomado terminar y perfeccionar alrededor de un mes.

Todo por mis estúpidos caprichos de niña consentida.

──── Pero tiene razón en lo que dice ────sollocé.──── Me dijo que ni siquiera merecía ser tú orgullo, porque nunca he hecho nada para ganármelo, y tiene razón.

𝐂𝐇𝐀𝐎𝐓𝐈𝐒𝐂𝐇. | Jacob Black. [1]Where stories live. Discover now