the start

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14 de febrero. San Valentín. Y yo estoy escribiendo en mi agenda lo horrible que es mi vida porque mi psicóloga me recomendó expresar mis sentimientos por escrito. Supuestamente le pago para expresarme con ella pero al parecer no está funcionando. Tengo mucho para decir pero cuando llega la sesión simplemente me quedo muda. Como si alguien hubiese apretado mi botón de mute.
Es parte de mi naturaleza. Tal vez hereditario. El tener mucha mierda interna pero no poder tirarla. Esa analogía parece sobre materia fecal. No pensé escribir esas dos palabras.
Anyway, sí. Los famosos nudos en la garganta. No creo que sean nudos. Son más bien piedras apiladas. Restos de una gran catástrofe que nunca han sido limpiados. Han quedado ahí, como un recordatorio constante de que cosas malas pasan.
Hay cosas que me afectan de sobremanera. Cosas que quizás a otros ni les importaría. O que al menos sabrían como tolerarlas.
Yo no. Quizás se deba a la absoluta inocencia y la excesiva confianza por la raza humana que tenía cuando era niña. No tenía ni la mínima idea sobre lo jodido que era el mundo. Y cuando por fin lo descubrí, me pegó de la peor manera. Fue estamparme la cara contra una pared de concreto.
Se sintió como si hubiera tenido los ojos vendados por mucho tiempo. Y los oídos tapados. Era completamente inmune al mundo exterior. En mi mente nadie era malo. Todos eran amables, reían, bailaban y me querían.
Pero la verdad es que sí reían. Pero de mí. No conmigo. Y decían cosas. Hirientes. Malintencionadas. Palabras que ignoré por largos años. Que bendita es la ignorancia a veces.
Sin embargo, empecé a escuchar. Y en vez de pensar que esas personas simplemente no valían la pena, ¿qué hice yo, la estúpida y sensible yo? Les creí. Creí cada palabra que decían sobre mí. Creí cada insulto como algunos creen en Dios. Y mi creencia se convirtió en odio. Comencé a detestar cada aspecto macro y microscópico de mi ser. Desde mis pies gigantes hasta mis muelas. Fue paulatino. Como los pasos de un bebé. Empecé a hablar menos, a callar más. Mi sonrisa no mostraba tantos dientes y los abrazos ya no me gustaban. La ropa más holgada, que cubriera más piel. Si pasaba cerca de un espejo no me animaba a mirar. Si estaba en un lugar público, bajaba la mirada y caminaba lo más rápido que podía. Sentía a la gente a mi alrededor mirarme y murmurar cosas.
La gente que creía mi amiga no lo era. Y mi familia tampoco era el ideal que yo tenía. Me sentía sola. Y mi solución fue encerrarme más en mi misma. Yo era mi mejor compañía. Pero a la vez era la peor. ¿Cómo la persona que odio va a ser una buena compañía?
Esto es sólo el comienzo.

Historia De Un MesWhere stories live. Discover now