Marcas de Ayer || Parte 1 || Draco Malfoy

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Una niña exploradora de 10 años vestida con una blusa blanca, falda amarilla, boina amarilla, una banda amarilla llena de medallas, medias blancas y zapatos negros muy bien lustrados, caminaba a paso decidido por un amplio camino flanqueado a la izquierda por setos pulcramente recortados y a la derecha por matorrales salvajes de corto crecimiento.

La niña tenía una caja de galletas en sus manos y llevaba un morral colgado al hombro. Al final del camino se erigía una imponente mansión, pero justo a la mitad de éste había un par de impresionantes puertas de hierro forjado.

"La casa embrujada". Así era como las personas se referían a aquella mansión, pues aunque era imponente y hermosa, también era muy tétrica y por las noches sí que daba miedo. Nadie había visto nunca a sus habitantes y se presumía que estaba abandonada, pero lo más espeluznante era que sus jardines siempre estaban muy bien cuidados.

—¡Es imposible que la casa embrujada no esté habitada! —Gruñó (T/N) en su reunión de exploradoras—. ¿O van a decirme que los jardines se arreglan por arte de magia?

Las otras niñas se miraron entre ellas hasta que la más grande habló:

—Si estás tan segura de que está habitada, ¿por qué no vas a vender galletas allí?

—Sí, claro. Los fantasmas adoran las galletas de exploradora —se burló otra niña y todas rieron a carcajadas.

Todas menos (T/N).

—¡He ganado la medalla a la exploradora con más cajas de galletas vendidas dos años seguidos y volveré a ganarla este año! —Exclamó (T/N) con el ceño fruncido—. Iré allá y le venderé galletas a quien sea que habite la casa. Ya veremos quién ríe al final cuando regrese sin una sola caja de galletas en mi morral...

Así fue como (T/N) llegó a la casa embrujada. Se quedó de pie frente a las puertas de hierro por unos momentos admirando aquella imponente mansión y sus bellos jardines, luego se arregló la boina, respiró hondo y buscó el timbre.

—Qué extraño —dijo la niña al darse cuenta de que no había timbre—. ¿Hola? ¿Hay alguien en casa? —Preguntó parándose de puntitas y sujetándose a una de las barras de hierro.

Nadie contestó.

De repente, (T/N) se asustó y retrocedió cuando las barras de hierro cobraron vida propia y comenzaron a retorcerse hasta formar una gigante y espantosa cara que chilló con una voz retumbante y metálica:

—¡Diga el motivo de su visita!

(T/N) gritó horrorizada y trató de huir corriendo, pero tropezó y cayó de rodillas, tirando la caja de galletas que tenía en sus manos. Su rodilla derecha cayó sobre su morral, pero la izquierda se raspó en el suelo.

La niña rompió a llorar tanto de susto como de dolor. Ni siquiera podía pararse.

Pero alguien la había escuchado gritar.

Un niño rubio de 10 años, de rostro pálido y puntiagudo, vestido con un elegante traje negro, abrió la puerta y corrió hacia ella. Había estado sobrevolando la propiedad montado en su Cometa 260 cuando escuchó un grito que provenía de la entrada.

—¿Pero qué pasó aquí? ¡Levántate, niña!

—¡No puedo! —Sollozó (T/N).

El niño se arrodilló junto a ella y la ayudó a sentarse, pero (T/N) chilló de dolor cuando su rodilla izquierda se desprendió del suelo. Estaba sangrando. Tenía una herida grande.

El niño vio la herida con horror y comenzó a chillar:

—¡Dobby! ¡Dobby, ven aquí! ¡Rápido!

The Malfoy-Felton Diary || Mini Imaginas || Draco/Tom y TúWhere stories live. Discover now