7. La Cuna del Saber

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La entrada a Rëlsa era una fusión entre la naturaleza y la mano del hombre

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La entrada a Rëlsa era una fusión entre la naturaleza y la mano del hombre. La hiedra trepaba por sus columnas y se unía a las filigranas esculpidas que las adornaban. Cuando dirigías la mirada hacia arriba, no había bóvedas ni grandes ventanales, solo la inmensa montaña.

Iván detuvo el carruaje cerca de la entrada. Cumpliendo con su papel de sirviente, se apresuró a bajar y abrir la portezuela. William descendió primero y después se volvió para ayudar a Wendy. Ella observó su mano extendida y enarcó una ceja. Hacía apenas dos noches, la había impelido a no esperar que la tratara como a una damisela en apuros; ahora pretendía asistirla para bajar. El vampiro pareció adivinar lo que pensaba y se inclinó hacia ella.

—Hay demasiados ojos humanos —dijo en un susurro.

La joven asintió y al fin tomó su mano para bajar.

Mientras Iván descargaba el equipaje y se aseguraba de que los caballos fueran conducidos a los establos, William caminó hasta el puesto de vigilancia de la entrada. Los guardias le cedieron el paso y él se dirigió al escriba que estaba sentado frente a un pequeño escritorio de madera.

A pesar de la distancia, Wendy pudo escuchar su conversación gracias a sus sentidos agudizados. Aún no se acostumbraba.

—Nombre —preguntó el escriba.

—Lord Igor Isley.

En cuanto se identificó como noble, la forma de tratarlo por parte de los guardias y el escriba cambió. Su tono se tornó más amable y elocuente.

—¿Cuál es el motivo de vuestra visita a Rëlsa, milord?

—Desearía consultar algunos volúmenes. Según tengo entendido, solo puedo hallarlos aquí.

El escriba asintió y volvió a anotar.

—¿Y cuánto tiempo tenéis previsto permanecer aquí, milord?

—Uno o dos días. Aún no lo he decidido.

—Se os asignará una de las dependencias destinadas a los viajeros. ¿Cuántos dormitorios precisáis...?

El escriba apuntó con su pluma a Wendy que dio un respingo cuando todos, incluídos los guardias, se volvieron a mirarla.

William meditó su respuesta unos segundos antes de volverse de nuevo hacia él.

—Dos. Quisiera que mi sirviente pudiera descansar.

—En ese caso entiendo que vos y su... —volvió a mirarla, esperando que William la identificara como su esposa o amante. En Svetlïa no había otra alternativa para viajar en compañía de un hombre: o estabas casada o eras una cualquiera.

Wendy se sintió insultada cuando los dos guardias y el escriba la miraron de arriba abajo. Solo apartaron la vista cuando William carraspeó, llamando su atención.

—Mi esposa y yo ocuparemos uno de los dormitorios, mi sirviente el restante.

Empleó un tono educado, pero sonó cortante.

Los eternos malditos ✔️ [El canto de la calavera 1]Where stories live. Discover now