Capítulo 37 : Culpable

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DEVAN


Hablar con D se sentía como atravesar un camino de brasas ardientes cuyo fin no alcanzaba a ver. Nunca imaginé algo peor que enterarme de la muerte de mamá. Pero esto, sin duda, lo estaba sobrepasando. Cada palabra que intercambiábamos era una aguja enterrándose en mi pecho; siempre más profundo, siempre más agónico. No sabía qué hacer para mitigar el dolor, así que empecé a beber.

Dado que mi padre parecía determinado a encargarse del asunto de mi hermano y cuidar del drogadicto en rehabilitación que era su segundo hijo, evité sucumbir al tequila barato con frecuencia. No porque me importara que se viera a sí mismo fracasando en ambas tareas, sino porque no quería escucharlo darme un falso sermón sobre la fuerza de voluntad.

Papá era de la clase que, en sus días buenos, se sentía con la autoridad de soltar consejos motivacionales a diestra y siniestra. Un juego de ropa limpia y un día sin alcohol le hacía considerarse todo un ejemplo de la bien empleada paternidad. Sin embargo, yo sabía que unas horas en el bar bastaban para enterrarlo de nuevo en la nada. Y era entonces cuando enfrentábamos los días malos, aquellos donde sólo le importaba el irremplazable aguardiente y esa camisa de cuadros que mi madre le había regalado. Sus intentos de recuperación quedaban atrás, junto con la noción de que había dos personas en casa que tal vez lo necesitaban.

Daven consideraba que yo era demasiado inflexible. Papá tenía depresión, por lo que el alcoholismo era su vía de escape para evitar matarse. Sufría y mi hermano creía que mi resentimiento provenía de mi falta de comprensión ante su enfermedad. Pero estaba equivocado. Lo que me hacía hervir la sangre es que Malcolm fuera incapaz de notar cuánto nos lastimaba verlo rendirse una y otra y otra vez. Era como si no le importara tener a dos hijos desesperados por recibir un poco de su apoyo. Como si fuéramos un par de mascotas que decidía acariciar en ocasiones para luego volver a ignorar.

Nunca fue así mientras mamá vivía, lo cual sólo me enojaba más. Él conocía la mecánica para ser un padre normal. De lo contrario, no habría perdido el tiempo tratando de recuperarse en el centro de ayuda. ¿No debíamos ser la razón que lo impulsara? ¿No éramos suficiente motivo para que decidiera resistir por más de unos meses? A veces creía que no sólo había perdido a mi madre en ese accidente. El pensamiento siempre me hacía sentir miserable, porque aún recordaba los buenos ratos que pasamos antes de que la tragedia nos golpeara.

Malcolm había sido buen padre. Sólo que ya no más. ¿Y a dónde terminó arrastrándonos su falta de compromiso? Si él hubiera tomado el control de nuestras vidas, estas jamás se habrían derrumbado. Si hubiera puesto una pizca de atención en mí, si hubiera aligerado la carga de mi hermano o tomado las decisiones que le correspondían en nombre de su jodida adultez, las cosas llevarían un rumbo diferente. Lejos de adicciones, cárceles y pérdidas.

Pero nunca hizo nada aparte de engañarnos con eso de querer rehabilitarse.

No podía evitar culparlo cada vez que abría a escondidas la maldita botella de tequila. Y no podía evitar culparme durante cada conversación que sostenía con mi hermano. Las llamadas eran un recordatorio de dónde se encontraba: la cárcel. Decir que estaba matándome era quedarse corto.

Me desgarraba por dentro.

—Espera... —dijo D cuando estuve a punto de colgar, después de nuestra segunda charla semanal. —Quería preguntarte... ¿has sabido algo de ella?

Presioné la frente contra la puerta de entrada, listo para mentirle.

—No después de que le entregué la carta.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Where stories live. Discover now