Capítulo 31 : Amigo. Hermano. Traidor

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Nota de Autor: No estaba segura de subir este capítulo, pero lo escribí rápido y me gustó. Pueden leerlo o saltar al siguiente (es una perspectiva adicional que no interfiere con la trama y que planeo dejar como extra cuando empiece a editar toda la historia). Ahora saludo especial de 100K LECTURAS para @Isadanilys@JuditQueen@Steph-hs ¡abrazo enorme para las tres! 🤗

Recuerden dejar su amorsh repartido por todo el capítulo (vamos subiendo lindo en los tops 😁). ¡BESOTE! 💕


MITCH


Nuestra familia tenía dinero. Ese simple hecho debía servir para mantenernos siempre contentos y sonrientes. Al menos era lo que pensaba mi padre, quien solía aprovechar cualquier ocasión para presumir las valiosas posesiones obtenidas a partir del crudo sacrificio. Yo sospechaba que tenía un fetiche consigo mismo y sus juguetes. Era una cosa de todos los días escucharlo elogiar su primer coche de colección o la condecoración que había recibido del mismísimo alcalde de Oregon. Nunca logré entender por qué diablos lo premiaron. Mis recuerdos al respecto eran demasiado vagos, ya que había estado tratando de sobrevivir a una resaca durante todo el tiempo que le tomó recibir la maldita medalla.

Vivíamos en una de las casas más grandes de Hampton; algo parecido a una mansión con todo lo necesario para hacer la vida de un adolescente perfecta. Piscina, club de tenis, sala de juegos, gimnasio, terraza, un inmenso jardín... en fin. El lugar era el paraíso para los que estaban acostumbrados a las casitas simples de la clase media. Tal vez por ese motivo mis fiestas siempre eran las mejores; las más recordadas, las más envidiables.

Me gustaba usar aquellos momentos para presumir. Como buen hijo de papá, yo también alardeaba. Los Montgomery éramos poseedores de una hermosa colección de autos modernos, además de muchos aparatos electrónicos, membresías en casi todos los locales del pueblo y el privilegio de pertenecer al selecto grupo de familias adineradas de nuestra pequeña localidad. Eso llamaba la atención de las chicas y del grupo de idiotas que parecía ansioso por juntarse conmigo, así que lo usaba para aumentar mi popularidad.

Les restregaba en la cara cada cosa que tenía porque, de cierto modo, resultaba placentero.

Me hacía sentir importante, aunque una parte de mí, la parte modesta que no le mostraba a nadie, seguía aborreciendo la hipocresía y el vil interés de la gente. De los que hacían cualquier cosa para meterse en mi casa o aquellos que siempre querían impresionar para pertenecer a mi círculo. Odiaba los saludos excesivamente respetuosos en la misa de los domingos y la necesidad de complacencia de tipos que estaban muy por debajo de papá.

¿No se daban cuenta cuánto los humillaba intentar acercarse? ¿No notaban lo absurdo de ser tan servicial con personas que los miraban por encima del hombro? Seguramente no. 

Todo Hampton mantenía una visión idealizada de nuestra familia sólo porque, en apariencia, éramos impecables. Mi padre, el dueño de su propia empresa. Mi madre, una hermosa y dedicada ama de casa. Mi hermanita, una linda adición. Y yo, alguien que de vez en cuando se metía en problemas, pero que seguía teniendo un futuro prometedor.

La gente nos había puesto en un pedestal.

Ignoraban cuán fácil es esconder la mugre bajo una alfombra elegante.

A mí no me costaba nada recordarlo, en especial cuando sentía los golpes de mi padre o escuchaba los gritos de mi madre. Ella nunca intervenía más allá de eso; sabía lo que le convenía. Yo tampoco intentaba defenderme. Estaba acostumbrado a las patadas y los puñetazos. Claro que las drogas ayudaban a soportar el dolor y la vergüenza de no tener las pelotas para cobrarle al viejo las palizas que, por años, me había propinado.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Where stories live. Discover now