Capítulo 17 : Una historia para no ser contada

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WILLOW


Daven me envió un mensaje antes del mediodía para informarme que Trevor no nos acompañará a la feria. Al parecer, Verónica le había prometido una tarde juntos y este será el día en que la tendrán. Desde que lo supe, me he repetido el "no tengo celos" tantas veces que casi he llegado a creérmelo.

Casi.

La verdad es que, cuando analizo la familiaridad que existe entre los tres, me siento como la quinta llanta. Sé que es tonto, porque no poseo ningún derecho sobre Daven y apenas estoy conectando con su hijo. Sin embargo, es inevitable que la fiera posesiva despierte para recordarme que no estoy contenta con la idea de la pelirroja rondando. Se me revuelven las tripas de puro celos. Ella ha sido una presencia continua en la vida de ambos y no parece haber fuerza en el mundo capaz de apartarla. No es que planee algo al respecto, jamás me convertiría en ese tipo de persona, es sólo que me hace sentir como una ficha descartable. Algo que puede o no puede estar y no habrá ninguna diferencia.

Suena un poco deprimente, pero son mis sentimientos. La cuestión no mejora si pienso en Daven y Verónica como un par de lindos follamigos.

—Ya te dije que no tengo nada qué ponerme, Nat. ¿Me prestas algo? —suelto un gruñido mientras me desprendo del estúpido vestido con estampado de florecillas, la quinta prenda que me pruebo en menos de quince minutos.

Nathalie me lanza una mirada escéptica desde la cama. Entonces mete otra gomita en su boca y mastica con calma. Tiene un tazón repleto de ellas, es adicta.

—No traje suficiente de Portland. Doy vergüenza. —rezongo revolviendo la cómoda en mi conjunto de bragas y sujetador celeste.

—Yo veo cosas bonitas allí. —dice sin inmutarse por mi histeria. —Lo que pasa es que estás enloqueciendo porque es una cita con él. Tienes que calmarte, Willy.

—No hables tonterías y ayúdame a buscar algo decente.

—Te he dado un montón de opciones y ninguna te gusta. ¿Qué quieres de mí, mujer?

—Que levantes el culo de la cama y encuentres el atuendo indicado para ponerme.

—Ponte el letardo...

—No me apetece. —la corté.

—Entonces el vestido durazno. O prueba con ese violeta, es tan lindo.

—Me hacen ver infantil.

—Qué hay de esos jeans raídos. Están cool.

—No me convencen.

—¿Y el overol?

—Tienes que estás jugando.

—¿Willy?

—¿Sí?

—No me jodas.

Tomo un cojín y se lo arrojo. Ella lo patea.

—Le cancelaré. —declaro desplomándome en el taburete del tocador.

—No, no lo harás. —mi madre irrumpe en la habitación sosteniendo una taza de café puro. Hoy tuvo el día libre y nos mimó un poco con un almuerzo delicioso. Después de nuestra última charla, hemos estado bien. Realmente bien, de hecho. —Deja el ataque de pánico y muéstrame la ropa que trajiste.

Hago un gesto exagerado a las prendas esparcidas sobre la alfombra de felpa y parte de la cama.

—Te aseguro que no hay nada para una cita.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Where stories live. Discover now