Capítulo 10 : Un pequeño regalo

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WILLOW


Me paseo de un lado a otro en la sala de estar sin quitarle los ojos de encima al teléfono colocado sobre la mesa de té.

¿Lo llamo o no lo llamo?

Debería lanzar un dado para dejarle todo al azar, de ese modo me ahorraría la molestia de partirme la cabeza debatiendo si marcarle o no. Es una decisión simple, Hemsley. No tienes razón alguna para ponerte histérica. Claro, resulta fácil decirlo. Sin embargo, cuando se trata de un amor del pasado con quien no estás segura de querer volver a relacionarte, la cosa se pone difícil. Oh, a quién quiero engañar. Por supuesto que me interesa acercarme a Daven de nuevo. Mi corazón se desarma y vuelve a restaurarse sólo con pensarlo. Siempre que compartimos el mismo espacio, es como si un imán invisible tirara de mí hacia él. Como si cada célula de mi cuerpo reconociera, inevitablemente, al hombre con quien una vez lo compartí todo. La sensación ha ido en aumento desde nuestro primer encuentro, aún cuando he sido lo bastante obstinada para reprimirla.

Algo me dice que no podré hacerlo por mucho más tiempo.

Además, tengo curiosidad. Siento la loca necesidad de saberlo todo sobre la persona en la que se ha convertido. ¿Quién es Daven Ainsworth hoy? ¿Qué le hace sonreír? ¿Qué le hace enojar? ¿Cómo es cuando ama con desenfreno? ¿Cómo es en los momentos en que pierde el control por la furia, la pena o la pasión? 

Pasión, lujuria, sexualidad. Es inevitable que mis pensamientos me lleven allí.   

Suspirando, me dejo caer en el sofá. ¿Es intimidad lo que busco con Daven? Sacudo la cabeza, porque eso es sencillamente ridículo. Hay un interés más allá del físico, algo relacionado con el montón de asuntos que dejamos inconclusos. Las cosas que nunca dije, las respuestas que nunca obtuve, la curiosidad... juro que un setenta por ciento de lo que me impulsa es curiosidad.

Así que, ¿debería actuar como una mujer segura de sí misma, que sabe lo que quiere, y acceder a llamarlo? Él lo hizo el día antes de ayer e incluso anoche compartimos un par de mensajes. Nada de temas profundos, gracias a Dios. Fueron, más bien, conversaciones ligeras, del tipo "¿Cómo estuvo tu día?", "¿Qué planes tienes para mañana?" o "¿Qué tanta gente de Hampton te pide arreglar sus autos?". Sí, esa última fue una pregunta ridícula, pero fue lo único que se me ocurrió para no caer en el silencio incómodo otra vez. Tanto Daven como yo hemos sido cuidadosos al no desviar la charla al pasado. De hecho, él ni siquiera ha preguntado sobre mi empleo, las cosas que he hecho o cómo han sido estos años en la ciudad. Creo que espera que sea yo quien ahonde en esos temas, que tome la iniciativa en beneficio de mi propia comodidad.

E allí la razón de que nuestras conversaciones se mantengan en terreno seguro.

Sin embargo, comienzo a odiar ser tan cuidadosa porque lo cierto es que quiero saber más. Una vez más, me pregunto si debería o no llamarlo. ¿Será buen momento? Es decir, probablemente aún se encuentre en el trabajo. No quiero molestar, pero tampoco quiero que piense que no tengo iniciativa. Él ya dio varios pasos, ¿no debería yo dar uno, incluso aunque no sepa la dirección hacia donde nos movemos?

Diablos, basta. Sólo llámalo.

Cojo el teléfono y busco su número antes de presionar el ícono de llamada. Ya casi anochece, así que supongo que es momento... o tal vez no. Quizá aún esté en el taller y lo moleste...

—¿Hola? —responde al tercer tono.

No contesto, a pesar de que soy yo quien decidió marcarle. Alcanzo a escuchar su respiración al otro lado. Es un sonido suave que casi llega a ser imperceptible.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora