Profecías

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— ¿Dónde estás Relianse? — La voz, profunda y misteriosa había preguntado por tercera vez — ¿dónde estás hija mía?

— No lo sé… — Temerosa, como tantas otras veces, la pequeña hada había contestado.

— ¿Dónde estás? — la voz insistía con su sutil monotonía.

— No lo sé — Algo extraño ocurría aquella noche, la voz se tornaba más insistente que en otras ocasiones.

— ¿Dónde estás?... ¿dónde estás?— Está vez, la voz no iba a ceder.

— En… el camino a ver a los dragones verdes… ¡En el camino a ver a los dragones verdes!— Sin poder más, Relianse finalmente había dado la respuesta que la voz pedía.

— ¡Despierta! — Nathy zarandeaba fuertemente a su amiga, quien sin embargo, se negaba a despertar— ¡Despierta!

— ¿Mmm? — Relianse finalmente salió de aquel extraño sueño— ¿Qué pasa? — Pregunto confundida.

— Tenías una pesadilla, no parabas de gritar ¡dragón verde!, al principio creí que nos atacaban.

— ¿Sí? — Relianse hablaba todavía algo aturdida por el sueño — Creo que fue solo una pesadilla… durmamos nuevamente… ¿Sí? — Y aunque Nathy aceptó de buena gana dormir nuevamente en paz, Relianse tenía, secretamente, algo más de temor: primero escuchaba voces, y ahora esa extraña presencia la cuestionaba en sueños…

— No te preocupes, vamos por ti — la gélida voz que escuchó el hada apenas cerró los ojos, estremeció profundamente a Relianse, quien no pudo volver a dormir aquella noche.

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Tras varias noches sin dormir y repetidos operativos fallidos, los hombres de Frederick finalmente parecían haber dado con una pista segura relacionada al tráfico de armas organizado por el General Zapata, sin embargo, como bien sabía el general Celastro, el encontrar a quien traficaba con armas implicaría encontrar a los elfos que las comprabas, y por ende, al resto de criaturas fantásticas que se relacionaban con dicho caso. Tras crear un plan de acción y pensar en las personas que pondría a cargo, decidió que sería mejor revelar  aquello  que conocía sobre aquel extraño mundo a su mano derecha

— Bismark a mi oficina — llamó tras unos minutos.

— Pero general, el operativo….

— Debemos ir a la oficina Bismark, créame, llegaremos incluso antes— Para sorpresa de Bismark, el general dio la orden a los cuatro civiles que lo habían acompañado en la fuga de los traficantes de armas para que lo sigan.

— General, ellos son civiles… ellos no…— El inspector en jefe Bismark estaba realmente desconcertado, sin embargo entró en la oficina y cerró la puerta tras de sí.

— No pienso perder el tiempo contándote cuentos de hadas Bismark, solo necesito que confíes en tu juicio y en tus sentidos, y que luego, confíes en mi.

— ¿Confiar en mi juicio y en mis sentidos? — General… Frederick, ¿a qué te refieres?

— Yuki sal del bolsillo — El general  soltó aquella frase por respuesta.

— ¿Está seguro general? — una débil voz, que pareció provenir del mismo lugar en que se encontraba el general, emitió aquella pregunta. Bismark se preguntaba, cada vez más confundido, que era lo que allí ocurría.

— Completamente, sal de una vez.

— Está bien, pero lo haré bajo su responsabilidad general — la extraña voz volvió a contestar desconcertando aún más a Bismark.

Nathalie y los Portadores de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora