En busca de aliados, la travesía de Dhía

1.8K 101 14
                                    

— ¿Dónde demonios te metiste Tangor? — Dhía, quien había buscado por rutas comerciales y túneles familiares por días se encontraba frustrada al solo hallar túneles destruidos, portales apagados y rutas infestadas por trasgos, los cuales debía visitar cautelosamente.

Tras haber abandonado toda esperanza de dar con el rastro de los enanos por los medios convencionales, el hada tomó un descanso para considerar nuevas alternativas, cuando casi sin pensarlo, percibió el aroma de cirio viejo y papiro quemado. Siguiendo aquellos vagos aromas encontró, finalmente, siete cadáveres de enanos escondidos bajo un mar de musgo.

Con sumo cuidado Dhía estudió la escena, descubriendo, dentro del círculo que formaban los cuerpos, el papiro viejo y los sirios que la habían conducido hasta aquel lugar. Dhía notó que se encontraba en alguna especie de templo cuyas paredes estaban impregnadas del inconfundible aroma del cirio, el incienso y las diversas maderas sagradas que se utilizaban en los ritos hacia Elue, la diosa de los enanos, cuando estos buscaban realizar magia antárica.

Recordando algunas de sus clases con Yand, Dhía buscó algo de musgo negro y algún sirio que pudiera encender, tras ello, secó el musgo y lo quemó hasta formar un polvillo apestoso. Juntándolo con algunas esencias que llevaba en el morral, logró una especie de substancia viscosa que soltó sobre el pergamino que se había utilizado para el rito antárico; tras contener la respiración unos segundos, Dhía vio como las letras antes ilegibles y las frases incompletas se perfeccionaban, completaban y mostraban cierta legibilidad. Sin perder tiempo, y antes que la pócima perdiera efectividad, Dhía copió el hechizo en un papiro.

Tras estudiar el hechizo, Dhía comprendió que necesitaría conseguir algunos elementos: el fuego sagrado que se obtendría de los báculos de algún hechicero maestro, los sirios y maderas sagradas para abrir el portal, un pergamino donde escribir las palabras que abrirían el portal y siete hechiceros suicidas que realizaran el ritual.

Considerando aquello, el hada revisó el templo encontrando sirios, pergamino y maderas de sobra sin embargo, encender un fuego sagrado y conseguir a los hechiceros suicidas era, sin duda, un problema.

— ¡Gunteleg arak’se! — el viento trajo algunas palabras pronunciadas por un chamán en algún ritual trasgo que se celebraba a un par de kilómetros de allí.

— Arks Zeher, Eram Zeher…Arak’is, Zeher! — habían contestado los que presenciaban el ritual.

— ¡Momento! — se dijo a si misma Dhía recordando algunas clases de historia aprendidas en la academia de Khim — quizá después de todo si hay un plan divino en toda la creación — se dijo a si misma considerando las circunstancias en torno a ella misma.

—0—

Dhía se vio, complacida, en el reflejo del agua en una laguna cercana, esperando recordar bien la historia de Zeher, dios de ladrones, los tramposos y los trasgos. Según lo que ella sabía cada dios poseía una especie de mano derecha, a quien la deidad encargaba sus asuntos con los seres que habitaban Gulabi; en el caso de Zeher, este confiaba en Eroë, de quien el hada esperaba haberse disfrazado correctamente. Si mal no recordaba, Eroë presentaba siempre un resplandor morado, color de la muerte para aquellas repugnantes criaturas, una estatura muy superior a cualquier trasgo que se precie, unas alas negras de aspecto pantanoso y unos ojos oscuros y penetrantes; aquello junto a una tez pálida y unos buenos colmillos, hacían que cualquiera que se precie buscara no encontrarse jamás con aquella enviada. Tomando una profunda bocanada de aire, el hada se encaminó hacia donde los trasgos realizaban su ritual.

—0—

Lanzando un par de pociones de humo blanco, Dhía hizo su entrada triunfal en medio de un anonadado círculo de verduzcas y repulsivas criaturas, viendo que había logrado un buen impacto inicial Dhía decidió iniciar su representación.

Nathalie y los Portadores de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora