El corazón de Nathalie

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— ¡Nathy deja el volante en paz! — el auto zigzagueaba por Sunset Bulevar, y dentro de él, la pequeña parada sobre los pies de su padre se hacía cargo del volante.

— ¡Nopi!... entreno para el Nascar— la niña no sedería tan fácilmente la posibilidad de conducir — a menos que me prestes tu pistola —añadió tras unos segundos.

— Nathy, sabes lo que pienso sobre ti y las armas de fuego — increíblemente, parecía ser el único momento en que el general daba una orden sería a su hija — y déjame conducir de una vez —el general había sonado autoritario, más que nada, preocupado por el miedo que su hija pudiese estar causando en la madre se su amiguito.

— Bueno, si no quieres que tu princesa maneje — la pequeña parecía a punto de llorar,  al tiempo que abría lo más posible sus ojos poniendo, según ella, su mejor cara de "huérfana abandonada con solo dos días de vida”

— Nathy compórtate — si bien el general estuvo a punto de ceder, más volvió a pensar en la preocupación que la pequeña podría estar causando en sus visitantes, aspecto que, por alguna extraña razón, en esta ocasión parecía importarle.

 La niña decidió cambiar de estrategia, en definitiva dejaría que su padre maneje, más no se iba a libar tan sencillamente de ella, en un movimiento rápido y eficiente, la niña trepó por su asiento hasta llegar a la cabeza de su padre, de la cual se abrazó, dejando el espacio suficiente para que este vea el camino.

— Soy un sombrero controlador mental, yo doy las órdenes, maneja simple mortal — El padre de Nathy no pudo contenerse más,  pensando que realmente no importaba que pensaran sus invitados, decidió seguirle el juego a su hija.

— Mande y obedeceré, ¡oh! Gran sombrero del control mental — el automóvil frenó de inmediato.

La pequeña comenzó al soltar una serie de órdenes, "frena", "acelera", "enciende la sirena", y otras similares, las cuales, se cumplían al pie de la letra por el padre de esta. Felipe en el asiento trasero, reía con todo su ser y su madre, aunque le costaba admitirlo, se encontraba bastante divertida, más que nada, por observar la maravillosa relación que tenía el general con su hija e incluso con Felipe, a quien en el cine había comprado "de contrabando" una serie de caramelos sin que se entere, supuestamente, su madre.

Cuando finalmente llegaron a casa, la puerta delantera se abrió y la pequeña Nathy salió corriendo hacia los rosales.

— ¡Felipe vamos! — la niña, hiperactiva, gritaba mientras corría —debemos contarle la peli a Yin.

— Un amigo de mi hija, vive en los rosales, es un "silfo" — el padre de Nathy respondió la duda que el rostro de la doctora reflejaba — ¿por qué no dejamos que los niños jueguen un rato y nosotros entramos a tomar algo?

— Me parece bien— a estas alturas ya nada sorprendía a la doctora en cuanto a Nathy se tratase. Así que, aceptando de buen grado la invitación del apuesto general de la policía, Danna entro sonriente e incluso dejando de lado la preocupación respecto a la pulcritud de su hijo.

—0—

El consejo de sabios del reino de Khim había interrogado a Yin por horas, su abuelo Siblanok; Ficklas tutor de los hijos nobles y Dwen gran hechicero de Khim, escuchaban atentamente, en audiencia oficial, la historia de Yin.

— ¿Cómo estás tan seguro que era Linwëlin?, han pasado muchos años desde que…— Ficklas tomaba nuevamente la palabra.

Yin se encontraba ya bastante molesto por las interminables horas que habían transcurrido en aquel tedioso interrogatorio.

— Simplemente, porque me es sumamente difícil olvidar la cara de quien aparece en tus ilusiones mágicas en cada repetitiva clase que dictas — Yin respondió harto del interrogatorio.

Nathalie y los Portadores de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora