En busca de aliados, la travesía de Yin.

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Los mares del oriente, mostraban grandes vestigios de numerosas batallas: cientos de cuerpos de brujas marinas flotaban inertes a merced de los carroñeros más voraces, mientras que eran pocos, o casi ninguno, los cuerpos de serenas y tritones que se podían observar.

Yin recordó alguna de las visitas que había hecho a la corte de la reina Celeste en su infancia, y recordando también cómo Siblanock lo había obligado a asistir a las clases reales junto a Nephos y Yin siempre había disfrutado aquellas enseñanzas, especialmente las clases del viejo tritón Quilón quien, entre otras cosas, les enseñaba como llevar a cabo numerosas técnicas guerrilleras con las cuales podrían vencerse peligrosos ejércitos superiores en número.

Comprobando que aquellos mares contenían numerosos emplazamientos de coral, y conociendo que la capital de sus aliados había sido con fuerza por las brujas marinas, Yin comprendió que era el mismo Nephos quien lideraba las incursiones contra sus enemigas.

Haciendo memoria de las pocas clases recibidas con su amigo, Yin buscó un área especialmente protegida, y creando una burbuja de aire alrededor suyo, se sumergió en el mar.

Ya dentro del agua, el silfo comenzó a revisar la hermética estructura de coral, confirmando tras unos minutos una interesante teoría: la estructura presentaba rasgos de uniones artificiales, alguien la había construido con trozos más pequeños de coral. Cuidadosamente fue revisando la misma en busca de algún tipo de puerta escondida por la que pudiese acceder.

— ¿Qué clase de espía han enviado las brujas esta vez? — una gélida voz interrumpió la acción de Yin. El silfo, volteándose muy lentamente vio preocupado como dos sirenas apuntaban sus tridentes hacia él… un movimiento en falso y podrían reventar la burbuja de aire, atarlo al suelo marino y ver como se ahogaba lentamente.

— Busco a la Reina Celeste, noble portadora del agua, o a su hijo Nephos noble heredero del signo de agua — Yin desconocía la muerte de la anterior portadora, y por ende, se había manifestado de aquel modo.

— La reina Celeste no acepta visitantes — por prudencia las sirenas le seguían el juego— y el príncipe Nephos está demasiado ocupado como para recibir a una extraña criatura — respondió una de ellas.

— Que, por lo que sabemos, puede ser un espía enemigo — continuó la otra sirena— ¿Quién eres extraña criatura? — la sirena interrogó al silfo

— Soy Yin, nieto de Siblanock — Yin, dada la situación, decidió saltarse todo el formalismo en torno a su linaje dando solo el nombre de su abuelo — soy el actual portador del viento, puesto que mi abuelo ha muerto a manos de los pixies, enemigos de mi pueblo y aliados de Linwëlin.

— ¿Siblanock ha muerto? — la incredulidad se reflejaba en la cara de las sirenas — si es eso cierto, prueba que eres el portador.

Yin sabiendo que debía probar su estatus ante las guardianas de aquel lugar, se concentró en un grupo de burbujas marinas que subían hasta la superficie, pues siendo la mayor fuente de aire puro en esos alrededores, eran su mejor opción.

Con cuidado el silfo las fue juntando e incluso creando. Finalmente les dio una forma específica, la cual creía sería suficiente para probar su punto.

Las sirenas nadaron un par de metros atrás en cuanto vieron lo que había hecho el silfo: sobre la cabeza de este había un gigantesco letrero, hecho por burbujas de aire que decía: portador del viento mientras que una flecha de burbujas giraba y señalaba a Yin.

— ¿Y bien? — Las cuestionó el silfo — ¿ahora me creen?

— No — respondió una de las sirenas — eso lo hace cualquier hechicero en entrenamiento.

Nathalie y los Portadores de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora