Cap. 20: Hablando con adultos

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-¡Y entonces resulta que él es el idiota asesino de frágiles sentimientos que le rompió el corazón a Carly!.- exclamé completamente indignada.-¡Oh! Y no sólo a ella, sino que a miles y miles de muchachas tontas e ingenuas que cayeron en sus sucias garras... ¿Puedes creerlo?.- terminé de decir y me crucé de brazos.-¡Pedro! Dije que si podías creerlo...- repetí.

-Es terrible, señorita Laila.- dijo él mientras seguía cortando los arbustos.

Como no me podía quejar de estas cosas con Lucas, tenía a Pedro, el amigable jardinero que me había ayudado el primer día. A decir verdad él era algo muy parecido a un buen confidente y consejero, siempre me tomaba unos minutos para hablar con él en los recesos, me sentaba cerca de donde estaba trabajando y comenzaba a relatarle mi horrenda vida.

-Te juro que no lo creo, confié en el muy hijo de perra.- dije con rabia, Pedro me dedicó una mirada reprobatoria y yo sonreí inocentemente como disculpa.-La cosa es que lo odiaré por el resto de mi miserable vida y si es posible haré algún rito budista para que tenga un accidente...- sonreí emocionada y me froté las manos imaginándome como una bruja.

-¿Sabe? Creo que se está tomando todo muy en serio, este chico es sólo un muchachito... todos a esa edad somos unos idiotas.- dijo él.

-¿Tu eras así, Pedro?.- pregunté.-¿Jugabas con los delicados corazones de las chicas y luego los tirabas al piso y los pisoteabas?.- mis palabras sonaban demasiado duras.

-No, pero a lo que me refiero es a que no debería arruinar la amistad, además él no le hizo nada a usted.- dijo con tranquilidad.

-¡¿Qué?!.- exclamé.

-Recuerdo muy bien como la semana pasada hablaba maravillas de él, así que...-

-No, calla, Pedro.- lo interrumpí.-Ni me hables de eso.-

-Es la verdad...- murmuró, pero aun así lo escuché.

Me quedé callada recapacitando lo que él decía. Bueno, era cierto que el tonto de Seth me había agradado mucho, quizás demasiado. Admito que él fue muy simpático conmigo, nunca trató de sobrepasarse conmigo e incluso era algo caballero... también me hacía reír bastante y no me aburría en toda la tarde si es que él estaba conmigo. Era una buena combinación, incluso me hacía recordar a Sergey, sólo que Seth no me andaba pidiendo que me acostara con él.

-Quizás si debería reconsiderarlo...- suspiré largamente y fruncí el ceño pensativa.

O quizás no debía recapacitarlo, él era un idiota que andaba dándoselas de Don Juan, ni que fuera tan impresionante para eso. ¿Cómo lo hacía para que las chicas siquiera lo tomaran en cuenta? Oh... claro, había olvidado que al muy maldito lo había favorecido la genética, de seguro sus padres eran igual de bien parecidos que él. ¡Tontas mujeres con su superficialidad! Es cierto que dicen que son los hombres lo que se fijan en lo de afuera, pero eso es mentira, nosotras las chicas también queremos a un tipo alto y atractivo para presumirlo con las amigas. Pero que tontas somos, por dios.

A decir verdad me ofendía que anduviera usando a las muchachas, era simplemente muy desconsiderado de su parte, nada lindo, muy feo. Aunque cada quien es como es... quizás él es muy inmaduro para tener una relación estable... pff yo no soy nadie para hablar de madurez, así que mejor dejo ese tema de lado.

-¡Uyy! ¡Pedro!.- chillé tiritando de la frustración.

-¿Qué pasa?.- preguntó preocupado.

-¡Lo odio!.- grité.-¿Te das cuenta que he hablado de él todos estos días?.- me quejé.

-Eso es porque aunque no lo admita, el chico le importa.- dijo él levantando los hombros.-Yo creo que le gusta, pero como es muy orgullosa no dice nada o porque no le quiere fallar a su amiga.- analizó. Estúpido Pedro con su estúpida experiencia.

-¿Importarme? ¿Gustarme?.- dije riendo.-Por favor, no digas tonterías.- volví a soltar una tonta risita.

-Ya se dará cuenta...- murmuró para él mismo.

-No eres nada disimulado ¿lo sabías?.- le dije con seriedad.-¡Bueno! Cambiemos de tema.- dije más animada.

-¿Qué quiere hablar?.- me preguntó sonriendo.

-¿Cómo está María? ¿Le gustó el regalo?.- María era su hija, y no, no era la María Gómez, sino otra niña, más pequeña y tierna.

-Oh, sí...- comenzó a decir.

Luego de pasarme otra media hora hablando con Pedro y escuchando como había resultado el cumpleaños numero cinco de su hija, me fui a las residencias a cambiarme de ropa, revolcarme en el pasto mientras lo escuchaba no había sido buena idea. Caminé tranquilamente por los pasillos hasta llegar a mi amada habitación, una vez allí abrí el armario y saqué cualquier cosa. Al final terminé con unos pantalones cortos y una remera holgada, me calcé las sandalias y salí del cuarto para ver a Lucas. Fui directo a su oficina, si parecía que nunca salía de ahí, aunque para mi sorpresa descubrí que también era profesor en la academia, yo que pensaba que solo estaba ahí de vigilante.

Me paré frente a la puerta del despacho y puse mi oreja sobre la madera, antes acostumbraba a sólo entrar... pero desde que supe que tenía ciertos amoríos con una profesora tomo mis precauciones. No quiero entrar y ver algo que me deje traumada de por vida, aún no estoy preparada para encontrarme una escena porno. Agudicé mi oído para percatarme de que ningún sonido extraño venía desde el interior, pero mientras hacía esto la puerta se abrió y caí de cara al piso.

-¿Estás bien?.- preguntó Lucas tomándome del brazo y ayudándome a levantarme.

-Mi hermosa nariz.- me quejé frotándola suavemente.

-¿Qué hacía pegada a la puerta?.- preguntó.

-¡Ah! ¡Me la quebré!.- grité horrorizada al notar que un poco de sangre me había manchado los dedos. Miré terriblemente espantada el líquido rojo... me estaba mareando, sentí ganas de vomitar... siempre había odiado ver sangre, era tan asquerosa. Tragué con dificultad y sentí como me desvanecía poco a poco.

Abrí los ojos lentamente y miré a mi alrededor, estaba en un cuarto blanco, repleto de posters con figuras médicas, enseguida supe que esa era la enfermería. Llevé mi mano a mi nariz y la sentí sensible al tacto, retiré mis dedos y los miré con espanto, pero me sentí aliviada al ver que estaban limpios.

-¡Mi nariz!.- grité tocándola, asegurándome de que no se me había caído o destrozado.

-¡¿Qué pasó?!.- la puerta se abrió de golpe y vi a un Lucas muy preocupado, aww que tierno... se preocupaba por mi.

-Mi nariz...- repetí.

-Pensé que te había pasado algo grave...- dijo luego de bufar.

-¡Esto es grave!.- exclamé.

-Ni siquiera te la quebraste, además gracias a mi estas sana y salva.- dijo sonriendo y sentándose en una silla que había junto a mi camilla.

-Ah, sí, claro.- dije sin darle importancia.

-Oye, tengo algo que decirte.- dijo de pronto.-Llamó tu padre...- comenzó a decir, pero yo lo interrumpí.

-No me hables de él ¿si?.- le pedí.-Acabo de sobrevivir a un accidente y no estoy de humor para saber en que anda.- hablé con seriedad, aunque en realidad si tenía algo de curiosidad.

-Si eso quieres...- se resignó.

-Ok, cuéntame, pero sólo un poquito.- le pedí. Sí, soy bipolar, lo sé.

-Está de viaje en Londres, sólo quería saber como te estaba yendo, nada más.- dijo con simpleza.

-Tú... tú sabes que a él apenas lo conozco ¿no?.- pregunté con algo de nerviosismo.

-Lo sé, pero tenía que decírtelo.-

-Ok, gracias...- murmuré.

Está bien, ahora que papi hacía una miserable aparición nada cambiaba, prefería calentarme la cabeza pensando en el estúpido de Seth que gastar mi precioso tiempo preguntándome que era Charles alias mi padre. 

DescontrolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora