Cap. 47: Quiebre en la cita

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El tiempo avanzaba demasiado rápido, ayer estaba en camino a una casa de desconocidos para pasar el verano y cuando apenas me lo esperaba estaba a un mes de volver a la realidad. Por culpa de eso mi cabeza comenzaba a llenarse de las preocupaciones que me traían los miles de cambios que sufriría en tan sólo un mes. No me gustaba la idea de irme a un nuevo internado, ni mucho menos el hecho de que estaré completamente sola, o al menos había una buena probabilidad de que ninguna de mis amigas hubiera sido transferida. Aunque admito que le he pedido a todos los dioses posibles que usen algo de su magia divina para dejarme con al menos una persona conocida, no creo que funcione. Aunque desearía que así fuera.

Le di una calada al cigarrillo que estaba fumando y luego de retener el humo por un momento, lo solté sintiendo la extraña relajación que eso me producía. Eché la mano hacia un costado y le di unos suaves golpecitos al cigarro para así botar la ceniza, dejándola caer en perfecto césped del jardín trasero. Eran las ocho de la mañana y esta era una de las únicas horas en las que podía darme el lujo de volver al vicio sin que ningún adulto responsable, Richard, o adolescente bocón, Jonah, me sorprendiera. Podía estirarme sobre el perfecto césped del patio trasero, justo bajo la casita del árbol y disfrutar de la sombra que ésta me proporcionaba. ¿Qué mejor que eso para que la mañana se pase rápido?

-¿Qué haremos hoy?.- le pregunté a Chris, quien me acompañaba en la mayoría de los días, noches y mañanas en que estaba aburrida.

-Lo mismo que hacemos todos los días.- dijo él.

-¿Tratar de conquistar al mundo?.- pregunté con una sonrisa, recordando lo mucho que me gustaba Pinky y Cerebro cuando era más pequeña.

-Eso también.- respondió él no muy comprometido con la conversación.

Le di la última calada al cigarrillo y lo apagué en el pasto, luego volteé el rostro para ver qué entretenía a Chris y para mí no sorpresa me lo encontré leyendo concentradamente un libro de al menos seiscientas hojas. No entendía cómo era capaz de leer tanto, yo apenas aguantaba leer tres páginas antes de aburrirme... pero él no, disfrutaba de todo lo que tenía que ver con la lectura, no me sorprende considerando que todos en su familia son unos estudiosos.

-¿Qué lees?.- le pregunté con curiosidad mientras me ponía a su lado para ver el interior del libro.

-Una novela, El Lector.- dijo pasando a la otra página.

-¿Y es muy interesante? ¿O podrías, no sé, interesarte en alguna otra cosa...?.- pregunté muy lentamente al mismo tiempo que desabrochaba dos botones de mi blusa.

Noté como sus ojos se desviaron levemente hacia mí, pero luego los volvió a poner en el libro, pasados unos segundos repartió algunas miradas entre ambos, el libro y yo.

-¿Y?.- dije para presionarlo.

-Pero Laila...- dijo complicado.-Estoy en la mejor parte.- sin poder evitarlo me eché a reír. ¿qué tipo de chico prefería terminar de leer un libro a pasar el rato con una muchacha tan maravillosa como yo?    

-¡Ay, no puede ser!.- exclamé entre risas.-Ok, como quieras, pero ten en cuenta que ese libro lo tendrás para siempre... a mí no.- le advertí mientras me ponía de pie.

Entré a la casa en silencio, no pretendía despertar a nadie, y fui directo a la cocina en busca de algo para beber. Al llegar abrí la nevera y examiné su interior hasta que me decidí por un poco de jugo de frutilla, luego me senté con un vaso sobre la encimera. Tomaba unos pequeños sorbos mientras esperaba a que Chris llegara, siempre llegaba, sólo era cosa de darle unos segundos en los que se atormentaría y decidiría hacerme caso.

No llevaba ni la mitad de mi zumo cuando él apareció en la puerta de la cocina, ya no tenía el libro entre las manos y se había quedado apoyado en el umbral con los brazos cruzados. Como esperando a que yo le dijera algo, y bueno, le dije lo primero que se me ocurrió.

DescontrolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora