Cap. 60: Estúpidas discusiones

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Me dije a mi misma un "No" gigantesco, me repetí que ya no era una niñita pequeña y que debería comportarme como la casi adulta que le digo a todos que soy, usé la terapia a la inversa y dije "Sí, hazlo, da igual", pero tampoco funcionó como planeé. Al final la tentación le ganó a la razón y terminé revolviendo el helado de frutos silvestres con el de manjar y de paso le eché discretamente unas pastillas de menta. ¡No me juzguen! No me enorgullezco de ser de esas poco refinadas personas que se comen sus postres sin cuidado, pero al fin y al cabo todo se revuelve en el estómago ¿cierto? Bueno como sea, suspiré resignada a no ser capaz de madurar y me llevé una cucharada de mi más reciente invención a la boca, solté un gemido de placer al sentir el sabor y al mismo tiempo la culpa de que fuera tan sabroso se apoderaba completamente de mí.

Jugueteé con el helado revolviéndolo una y otra vez, completamente concentrada en eso y sin fijarme en las demás personas que estaban sentadas conmigo. Lo único que sabía era que Rita estaba frente a mí, que Will estaba a su lado porque yo lo obligué a ocupar ese lugar y que Seth había llegado unos minutos atrás. Todos ellos estaban charlando de lo mejor y ni me molestaron mientras comía, a excepción que de vez en cuando sentía que Seth tiraba suavemente de mi cabello o que movía inquieto su pierna, cuya rodilla chocaba con la mía por debajo de la mesa.

-Este es el mejor helado del mundo.- dije sosteniendo la última cucharada frente a mis ojos.

-¿Ah?.- preguntó Seth distraído.

-Que este es el mejor helado del mundo.- le repetí, mostrándole la cuchara.

-Se ve derretido... ¿y que son esas cosas blancas?.- dijo entrecerrando los ojos al mirar la cuchara.-Parecen aspirinas.-

-Son mentas, aprendí de ti y ahora llevo algunas.- le dije, y automáticamente nos sonreímos recordando una situación en particular.

-Me alegra ayudarte a ser mejor persona.- dijo.

-Sólo ando con mentitas.-

-Las buenas personas siempre tienen mentas.- aseguró.

-Entonces me pregunto por qué tu eres la excepción...- sonreí divertida.

De pronto recordé que debía llevarme esa cuchara con ese suculento helado a la boca, así que dejé de lado la conversación con Seth y me preparé para probar por última vez mi maravillosa creación. Miré fugazmente a Rita y a Will, quienes conversaban en voz baja sin prestarle atención a lo que sucedía en mi lado de la mesa, y le rogué a cualquier entidad súper poderosa que le enviara a Will algo de valor para declarársele a Rita pronto. Ok... me estoy saliendo del tema que sí importa, el helado. Le sonreí otra vez a mi cuchara y comencé a acercarla a mi boca, pero cantes de que tocara mis labios Seth me había sujetado de la muñeca firmemente.

-Dame, yo quiero probar.- dijo mirando la cuchara.

-Claro que no, es mío, consigue el tuyo.- dije negando y tratando delicadamente de que me soltara.

-Laila, dame... no seas egoísta, dame.- pidió, sonando como un niñito.

-No, sólo me queda este poco, no te voy a dar.- me negué.

-Pero tú ya te comiste una copa entera, yo nada.-

-¿Y qué?.- dije frunciendo el ceño.-¡Ve y búscate una!.- exclamé.

-No encontraré una igual a la tuya.-

-Pues que pena, ahora suéltame.- dije, con seriedad.

-¿Viste Barnie cuando eras pequeña?.- preguntó de pronto.

-Claro que sí, todos lo vieron.-

-¿Entonces por qué demonios no sabes compartir?.-

-Porque soy ruda y no dejo que ningún elefante púrpura me diga que hacer.- le espeté.-Ahora, sé amable y déjame disfrutar de mi postre.-

DescontrolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora