Cap. 62: Muchas cosas para un día

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La clase de química estaba a punto de terminar y la pizarra estaba llena de lo que parecía ser una especie de lenguaje alienígena que debería conocer, ese lenguaje es generalmente conocido como "formulas químicas", pero para mí seguían siendo letras extraterrestres. Mi compañero de banco, el amigable Will, había estado tomando nota de todo lo que había en el pizarrón y de absolutamente todo lo que decía el maestro. Por eso mismo yo no me había preocupado demasiado en prestar atención, ya que sabía que Will tendría la buena voluntad de enseñarme una y otra vez toda esa materia hasta que se me grabara en el cerebro, aunque fuera por un corto plazo.

Me aislé durante toda la clase, mi silla estaba pegada a la pared igual que todo mi costado izquierdo, me había inclinado sobre el cuaderno protectoramente y me aseguraba que nadie curioseara poniendo mi brazo a un lado y ocultando la hoja rayada frente a mí. En la parte superior de la hoja había un montón de garabatos, espirales que formaban extraños caminos, líneas rectas que se habían transformado en complicados laberintos, un agujero negro hecho de vertiginosos rayones negros. En la parte media de mi hoja escribí números, extraños y poco convencionales, algunos demasiado angulosos, otros rectos y marcados, eso lo hice cuando miré al pizarrón por un milisegundo en que mi cerebro sólo capto los numeritos. Finalmente al pie de la hoja, que ya estaba completamente cubierta, empecé a hacer lo más idiota y cursi posible, sí, damas y caballeros, dibujé un sinfín de corazones. Empezaban en una esquina siendo minúsculos y casi imperceptibles, pero a medida que avanzaba se volvieron más y más grandes. Sé que era una tradición para toda estudiante que sus corazoncitos fueran acompañados por el nombre de su príncipe azul, o al menos por las iniciales de ambos, pero yo no había puesto ningún nombre y ninguna inicial. ¿Cuáles pondría?

-Podría ser una curva...- murmuré.-O una recta.- dije pensándolo dos veces.

Terminé descartando la idea, nunca en mi vida me verían escribiendo como idiota el nombre o la inicial de ningún malnacido del sexo opuesto, ¡me negaba a caer tan bajo! A los dos segundos después miré la esquina del cuaderno y sintiéndome completamente estúpida vi que casi inconscientemente había escrito un maldito nombre cuyas últimas letras eran TH. Cerré el cuaderno de golpe, con tanta fuerza que mi lápiz salió disparado mágicamente de mi mano, cayendo a mitad del pasillo que me separaba de la otra hilera de mesas.

-¡Mierda!.- mascullé entre dientes.

Resoplé molesta y me crucé de piernas y de brazos, iba a caer en algún tipo de histeria, lo sabía porque sentía ganas de romper algo en mil pedacitos o de incendiar algo y volverlo cenizas. Si fuera algún tipo de superheroína con poderes, seguramente se estarían saliendo de control y asesinando a todo aquel que osara mirarme, pero no, la única persona que estaba desfalleciendo ante mi ira era yo misma. Miré el reloj que había sobre el pizarrón con impaciencia, le eché un vistazo a Will y lo encontré resolviendo algo en su cuaderno, luego alcé la mirada y miré a Lucas por un momento mientras preguntaba si habíamos entendido. En ese momento el timbre sonó, estaba esperando que ese reconfortante sentimiento de libertad me tomara, pero en cambio simplemente me sentí ansiosa y nerviosa. No quería salir de la sala, podría encontrarme con alguien a quien en realidad no quería ver.

Todos comenzaron a levantarse de sus puestos, tuve que seguirles la corriente y tomar mis libros, aunque lo hice a la velocidad de un caracol mitad tortuga primo de un perezoso. Para cuando mis cosas estaban listas todos se habían retirado del salón, excepto Lucas que estaba tranquilamente borrando la pizarra. Me acerqué a su escritorio y me quedé allí por un momento, escuchándolo silbar una melodía que no reconocí del todo quizás.

-Estoy entrando en pánico.- solté haciendo que él se volteara desconcertado.

-Pensé que todos habían salido.- dijo y volvió a su labor.

DescontrolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora